Un granjero, en un día de mercado, se detuvo a comer en un restaurante abarrotado de gente donde solía cenar incluso la flor y nata de la ciudad. El granjero encontró sitio en una mesa donde ya estaban sentados otros clientes e hizo su pedido al camarero. Cuando lo hubo hecho, juntó las manos y recitó una oración. Sus vecinos le observaban con curiosidad llena de ironía, un joven le preguntó:
– ¿Hace siempre esto en casa? ¿Rezan realmente todos?
El granjero, que se había puesto a comer tranquilamente, respondió:
– No, incluso en casa hay algunos que no rezan.
El joven sonrió:
– Ah, ¿sí? ¿Quién no reza?
– Bueno, continuó el granjero, por ejemplo, mis vacas, mi burro y mis cerdos….
Recuerdo que una vez, después de caminar toda la noche, nos quedamos dormidos al amanecer cerca de una arboleda. Un monje que era nuestro compañero de viaje lanzó un grito y se adentró en el desierto sin descansar un solo instante.
Cuando se hizo de día le pregunté
– ¿Qué te ha pasado?
Me contestó:
– Vi ruiseñores piando en los árboles, vi perdices en las montañas, ranas en el agua y animales en los bosques. Pensé entonces que no estaba bien que todos estuvieran concentrados en alabar al Señor y que sólo yo durmiera sin pensar en él.
(Suda – Enciclopedia bizantina)
¿Quién no reza?

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