Don Bosco, la política y la cuestión social
¿Don Bosco hizo política? Sí, pero no en el sentido inmediato de la palabra. Él mismo decía que su política era la del Padre Nuestro: salvar las almas, los jóvenes
Pobres a quienes alimentar y educar.
Don Bosco y la política
Don Bosco vivió intensamente y con conciencia los problemas, también inéditos para él, de los grandes cambios culturales y sociales de su siglo, sobre todo en sus implicaciones políticas, y tomó una meditada opción que quiso que formara parte de su espíritu y caracterizara su misión.
Quiso conscientemente “no hacer política de partidos”, y dejó como legado espiritual a su Congregación el no hacerla, no porque fuera “apolítico”, es decir, ajeno a los grandes problemas humanos de su época y de la sociedad en la que vivía, sino porque quiso dedicarse a la reforma de la sociedad sin entrar en movimientos políticos. Por tanto, no estaba “desvinculado”; al contrario, quería que sus Salesianos estuvieran verdaderamente “comprometidos”. Pero es necesario aclarar el significado de este compromiso político.
El término “política” puede usarse en dos sentidos: en el primer sentido indica el campo de los valores y de los fines, que definen el “bien común” en una visión global de la sociedad; en el segundo sentido indica el campo de los medios y de los métodos que hay que seguir para alcanzar el “bien común”.
La primera acepción considera la política en el sentido más amplio de la palabra. A este nivel, todo el mundo tiene una responsabilidad política. La segunda acepción considera la política como una serie de iniciativas que, a través de partidos, etc., pretenden orientar el ejercicio del poder a favor del pueblo. En este segundo nivel la política está relacionada con una intervención en el gobierno del país, que va más allá del compromiso deseado por Don Bosco.
Reconoce en sí mismo y en los suyos una responsabilidad política que se relaciona con la primera acepción, en cuanto pretende ser un compromiso educativo religioso orientado a crear una cultura que informe cristianamente la política. En este segundo sentido Don Bosco hacía política, aunque la presentara bajo otros términos, como “educación moral y civil de la juventud”.
Don Bosco y la cuestión social
Don Bosco presintió la evolución social de su tiempo. “Fue de los pocos que comprendió desde el principio, y lo dijo mil veces, que el movimiento revolucionario no era un torbellino pasajero, porque no todas las promesas hechas al pueblo eran deshonestas, y muchas respondían a las aspiraciones universales y vivas del proletariado. Por otra parte, vio cómo las riquezas empezaban a convertirse en monopolio de capitalistas despiadados, y cómo los patronos imponían al obrero aislado e indefenso pactos injustos tanto en materia de salarios como de horas de trabajo; vio cómo a menudo se impedía brutalmente la santificación de las fiestas, y cómo estas causas debían producir tristes efectos: la pérdida de la fe en los obreros, la miseria de sus familias y la adhesión a máximas subversivas. Por eso, como guía y freno de las clases trabajadoras, consideraba una fiesta necesaria que el clero se acercara a ellas” (MB IV, 80).
Dirigirse a la juventud pobre con la intención de trabajar por la salvación moral y cooperar así en la construcción cristiana de la nueva sociedad era en él precisamente el efecto y la consecuencia natural y primaria de la intuición que tenía de esta sociedad y de su futuro.
Pero no hay que buscar la fórmula técnica en las palabras de Don Bosco. Don Bosco hablaba sólo del abuso de la riqueza. Habló de ello con tal insistencia, con tal fuerza de expresión y extraordinaria originalidad de concepto, que revela no sólo la agudeza de su diagnóstico de los males del siglo, sino también la intrepidez del médico que quiere curarlos. Indicó el remedio en el uso cristiano de la riqueza, en la conciencia de su función social. Se abusa mucho de la riqueza, repetía sin cesar, hay que recordar a los ricos su deber antes de que llegue la catástrofe.
Justicia y caridad
Mencionando el trabajo realizado en Turín por el Can. Cottolengo y Don Bosco, un profesor del Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de Turín admite el bien hecho por estos dos santos, pero luego expresa la opinión de que “este aspecto del movimiento caritativo piamontés, a pesar de los notables resultados obtenidos, ha sido históricamente negativo” porque más que cualquier otro habría contribuido a frenar el progreso implícito en la acción de las masas populares que reivindicaban sus derechos.
En su opinión, “la actividad de estos dos santos piamonteses estaba viciada por la concepción de fondo que movía a ambos, según la cual todo se abandonaba en las manos misericordiosas de una providencia divina” (ibíd.). Habrían permanecido ajenos a los movimientos reales de las masas y a sus derechos, ligados como estaban a la imagen de una sociedad compuesta, por la fuerza de las circunstancias, de nobleza y pueblo, de ricos y proletariado, donde los ricos debían ser misericordiosos y los pobres humildes y pacientes. En resumen, San J. B. Cottolengo y San J. Bosco no se habrían dado cuenta del problema del cambio de clases.
No puedo detenerme aquí a considerar el caso de Cottolengo. Sólo señalaré que su intervención respondió a una experiencia ardiente que le llevó inmediatamente a hacer algo, como había hecho el buen samaritano del Evangelio (Lc 10, 29 37). Ay si el buen samaritano hubiera esperado el cambio de la sociedad para intervenir. ¡El hombre del camino de Jericó habría muerto! “La caridad de Cristo nos impulsa” (2 Co 5,14) debía ser el programa de acción de san José Benito Cottolengo. Cada uno tiene una misión en la vida. La acción sobre los efectos del mal no niega el reconocimiento de la necesidad de ir a las causas. Pero sigue siendo lo más urgente. Y entonces el Cottolengo pensaba no sólo en esto, sino en mucho más.
La intervención de Don Bosco en la cuestión social estaba guiada por una opción fundamental: por los pobres, por los hechos y por el diálogo con aquellos que, aunque estuvieran del otro lado, podían ser inducidos a hacer algo.
La aportación de Don Bosco
Como sacerdote educador, Don Bosco hizo una opción de campo, por la juventud pobre y abandonada, y fue más allá de la idea puramente caritativa, preparando a esa juventud para que fuera capaz de hacer valer honestamente sus derechos.
Sus primeras actividades fueron principalmente en beneficio de los dependientes pobres de las tiendas y de los obreros de los talleres. Sus intervenciones, que hoy podrían calificarse de sindicalistas, le llevaron a entablar relaciones directas con los patronos de esos jóvenes para concluir con ellos “contratos de arrendamiento de obra”.
Luego, al darse cuenta de que esta ayuda no resolvía los problemas salvo en casos limitados, empezó a crear talleres de artes y oficios, pequeñas empresas en las que los productos acabados bajo la guía de un maestro artesano beneficiarían a los propios alumnos. Se trataba de organizar en la propia casa el aprendizaje, para que los jóvenes aprendices pudieran ganarse el pan sin ser explotados por sus patrones. Finalmente pasó a la idea de un maestro de artesano que no fuera el mismo patrón del taller ni un asalariado de la escuela, sino un religioso laico, maestro de artesano, que pudiera dar al joven aprendiz, desinteresadamente, a tiempo completo y por vocación, una formación profesional y cristiana completa.
Las escuelas profesionales que soñó, y que más tarde pusieron en práctica sus Sucesores, fueron una importante contribución a la solución de la cuestión obrera. No fue ni el primero ni el único en ese empeño; sin embargo, le dio su propio giro, sobre todo armonizando su institución con la naturaleza de los tiempos e impartiéndole su propio método educativo.
No es de extrañar, por tanto, que grandes sociólogos católicos del siglo pasado prestaran atención a Don Bosco. Mons. Charles Emil Freppel (1827-1891), obispo de Angers, hombre de gran cultura y miembro de la Cámara francesa, decía el 2 de febrero de 1884, en un discurso en el Parlamento sobre la cuestión obrera: “Vicente de Paúl solo ha hecho más por la solución de las cuestiones obreras de su tiempo que todos los escritores del siglo de Luis XIV. Y ahora mismo, en Italia, un religioso, Don Bosco, al que visteis en París, consigue preparar mejor la solución de la cuestión obrera que todos los oradores del Parlamento italiano. Esta es la verdad indiscutible” (cf. Journal officiel de la République française…. Chambre. Débats parlementaires, 3 février 1884, p. 280).
Un testimonio que no necesita comentarios….