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En un capítulo de la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación promulgada por el Concilio Vaticano II, que aborda “La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia”, invita a todos los fieles cristianos a leer con frecuencia el Libro Sagrado.

Es un hecho que, en la época de Don Bosco, en el Piamonte, en la catequesis parroquial y escolar, la lectura personal del texto bíblico aún no se practicaba lo suficiente no era aun suficientemente practicada. En lugar de recurrir directamente a ella, se estilaba hacer una catequesis sobre la doctrina católica con ejemplos tomados de los Compendios de la Historia Sagrada.

Y así se hizo también en Valdocco.

Todo esto no quiere decir que Don Bosco no leyera y meditara personalmente la Biblia. Ya en el seminario de Chieri tuvo a su disposición la Biblia de Martini, así como conocidos comentarios como los de Calmet. Pero es un hecho que cuando estaba en el Seminario se elaboraban sobre todo tratados de carácter doctrinal más que estudios bíblicos propiamente dichos, aunque los tratados dogmáticos incluían evidentemente citas bíblicas. El clérigo Bosco no se contentó con esto y se hizo autodidacta en la materia.

En el verano de 1836, Don Cafasso, que había sido requerido, le propuso enseñar griego a los internos del Colegio del Carmine de Turín, que habían sido evacuados a Montaldo por la amenaza del cólera. Esto le impulsó a tomarse en serio la lengua griega para hacerse apto para enseñarla.

Con la ayuda de un padre jesuita con profundos conocimientos de griego, el clérigo Bosco hizo grandes progresos. En sólo cuatro meses el erudito jesuita le hizo traducir casi todo el Nuevo Testamento, y luego, durante cuatro años más, cada semana revisaba alguna composición o versión griega que el clérigo Bosco le enviaba y él revisaba puntualmente con las observaciones oportunas. “De este modo”, dice el propio Don Bosco, “pude traducir el griego casi tan bien como si lo haría con el latín”.

Su primer biógrafo asegura que el 10 de febrero de 1886, ya anciano y enfermo, Don Bosco recitaba en presencia de sus discípulos por entero algunos capítulos de las Epístolas de San Pablo en griego y latín.

Por las mismas Memorias Biográficas sabemos que el clérigo Juan Bosco, en verano, en Sussambrino, donde vivía con su hermano José, solía subir a lo alto del viñedo perteneciente a Turco y allí se dedicaba a aquellos estudios a los que no había podido asistir durante el año escolar, especialmente el estudio de la Historia del Antiguo y Nuevo Testamento de Calmet, la geografía de los Santos Lugares y los principios de la lengua hebrea, adquiriendo suficientes conocimientos.

Todavía en 1884, se acordaba del estudio que había hecho del hebreo y se le oyó en Roma entrar con un profesor de lengua hebrea en la explicación de ciertas frases originales de los profetas, haciendo comparaciones con los textos paralelos de varios libros de la Biblia. También trabajaba en una traducción del Nuevo Testamento del griego.

Don Bosco, por tanto, como autodidacta, fue un cuidadoso estudioso de los escritos bíblicos y llegó a conocerlos bien.

Un día, aun siendo estudiante de teología, quiso visitar a su antiguo maestro y amigo Don Giuseppe Lacqua que vivía en Ponzano. Éste, informado de la visita propuesta, le escribió una carta en la que le decía, entre otras cosas, “cuando venga a visitarme, acuérdese de traerme los tres pequeños volúmenes de la Santa Biblia”.

Esta es una prueba clara de que el clérigo Bosco los estudiaba.

Siendo un joven sacerdote, hablaba conversando con su párroco, el teólogo Cinzano, sobre la mortificación cristiana. Don Bosco le citó entonces las palabras del Evangelio: Si quis vult post me venire, abneget semetipsum, et tollat crucem suam quotidie et sequatur me. Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. El teólogo Cinzano le interrumpió diciendo:

– Usted añade una palabra, esa quotidie (= todos los días) que no está en el evangelio.

Y Don Bosco:

Esta palabra no se encuentra en tres evangelistas, pero sí en el evangelio de San Lucas. Consulte el capítulo noveno, versículo 23, y verá que no añado nada.

El buen párroco, experto en disciplinas eclesiásticas, no había reparado en el versículo de San Lucas, mientras que Don Bosco sí le había prestado atención. Varias veces Don Cinzano relató este incidente con gusto.

El compromiso de Don Bosco en Valdocco

Don Bosco, en fin, demostró de muchas otras maneras este profundo interés y estudio de la Sagrada Escritura, e hizo mucho en Valdocco para dar a conocer su contenido a sus hijos.

Si se piensa en su edición de la Historia Sagrada, publicada por primera vez en 1847 y luego reimpresa en 14 ediciones y docenas y docenas de reimpresiones hasta 1964.

Si se piensa en todos sus otros escritos relacionados con la historia bíblica, como Maniera facile per imparare la Storia Sacra, publicado por primera vez en 1850; la Vida de San Pedro, que salió en enero de 1857 como fascículo de las “Letture Cattoliche”; la Vida de San Pablo, que salió en abril del mismo año como fascículo de “Letture Cattoliche”; la Vida de San José, que salió en el fascículo de marzo de 1867 de “Letture Cattoliche”; etc.

Don Bosco, en fin, conservaba en su Breviario máximas de la Sagrada Escritura, como la siguiente: “Bonus Dominus et confortans in die tribulationis” (Nah 1, 7).

Hizo pintar frases de las Sagradas Escrituras en las paredes del pórtico de Valdocco, como la siguiente: “Omnis enim, qui petit accipit, et qui quaerit invenit, et pulsanti aperietur” (Mt 7, 8).

Desde 1853 quiso que sus alumnos clérigos de filosofía y teología estudiaran diez versículos del Nuevo Testamento cada semana y los recitaran literalmente los jueves por la mañana.

En la apertura del curso todos los clérigos sostenían el volumen de la Biblia Vulgata latina y la abrían en las primeras líneas del Evangelio de San Mateo. Pero Don Bosco, después de haber recitado la oración, comenzaba a decir en latín el versículo 18 del capítulo 16 de Mateo: “Et ego dico tibi quia tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam, et portae inferi non praevalebunt adversus eam”. Y yo te digo: Tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Realmente quería que sus hijos guardaran siempre esta verdad evangélica en sus mentes y corazones.

Salesiano de Don Bosco, misionero en China de 1948 a 1975, estudioso de Don Bosco y del Salesianismo, escribió obras y artículos, realizando una valiosa labor de difusión de la vida y obra del Santo de la Juventud. Entró en la eternidad en 2019.