Don Bosco y la recolección diferenciada de residuos puerta a puerta
¿Quién lo hubiera dicho? ¿Don Bosco un ecologista precoz? ¿Don Bosco pionero en la recolección de residuos puerta a puerta hace 140 años?
Se diría que sí, al menos según una de las cartas que hemos recuperado en los últimos años y que se encuentra en el 9º volumen del epistolario (nº 4144). Se trata de una circular impresa de 1885 que en su pequeña –la ciudad de Turín de la época- anticipa y, obviamente a su manera, “resuelve” los grandes problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad, el llamado “consumo” y de lo “desechable”.
El destinatario
Al tratarse de una carta circular, el destinatario es genérico, una persona conocida o no. Don Bosco “capta” astutamente su atención de inmediato llamándola “benemérita y caritativa”. Dicho esto, Don Bosco señala a su corresponsal un hecho que está a la vista de todos:
“Su Excelencia sabrá que los huesos, sobrantes de la mesa y generalmente de las familias arrojados al cubo de la basura como un objeto de estorbo, reunidos en grandes cantidades son en ese lugar útiles para la industria humana, y por ello son buscados por hombres de arte [= industria] a los que se paga un poco de dinero por miriñaque. Una empresa de Turín, con la que estoy en contacto, los compraría en cualquier cantidad”. Así, lo que sería una molestia, tanto en casa como fuera de ella, quizá en las calles de la ciudad, se utiliza sabiamente en beneficio de muchos.
Un alto propósito
En este punto Don Bosco lanza su propuesta: “En vista de ello y de conformidad con lo que ya se practica en algunos países en favor de otros Institutos de caridad, se me ha ocurrido apelar a las familias acomodadas y benévolas de esta ilustre ciudad, y rogarles que, en lugar de dejar que este desperdicio de su mesa se eche a perder y se vuelva inútil, quisieran darlo gratuitamente en beneficio de los pobres huérfanos recogidos en mis Institutos, y especialmente en beneficio de las Misiones de la Patagonia, donde los Salesianos, a gran costo y con riesgo de sus propias vidas, están enseñando y civilizando a las tribus salvajes, para que puedan gozar de los frutos de la Redención y del verdadero progreso. Por lo tanto, hago un recurso similar y una plegaria semejante a Su Alteza, convencido de que las tendrá en benigna consideración y las concederá”.

El proyecto parecía atractivo para las distintas partes: las familias se desharían de parte de los residuos de la mesa, la empresa estaría interesada en recogerlos para reutilizarlos de otras formas (alimento para los animales, abonos para el campo, etc.); Don Bosco obtendría dinero de ello para las misiones… y la ciudad seguiría estando más limpia.
Una organización perfecta
La situación estaba clara, el objetivo era alto, los beneficios estaban ahí para todos, pero no podían ser suficientes. Era necesario recoger huesos “puerta a puerta” por toda la ciudad. Don Bosco no se inmutó. A sus setenta años, contaba con una profunda visión, una larga experiencia, pero también con una gran capacidad de gestión. Así que organizó esta “empresa”, cuidando de evitar los siempre posibles abusos en las diversas fases de la operación-recolección: “Aquellas familias, que tengan la bondad de adherirse a esta humilde petición mía, recibirán una bolsa especial, en la que depositarán los huesos mencionados, que a menudo serían recogidos y pesados por una persona designada por la empresa compradora, emitiendo un recibo, que en caso de comprobación con la propia empresa se recogería de vez en cuando en mi nombre. De este modo, Su Excelencia no tendrá más remedio que dar las órdenes oportunas para que estos restos inútiles de su mesa, que se dispersarían, sean introducidos en la misma bolsa, para ser entregados al recolector y luego vendidos y utilizados con fines benéficos. La bolsa llevará las iniciales O. S. (Oratorio Salesiano), y la persona que venga a vaciarla presentará también algún signo, para darse a conocer a Su Excelencia o a su familia”.
¿Qué podemos decir? Excepto que el proyecto parece válido en todas sus partes, ¡incluso mejor que algunos proyectos similares en nuestras ciudades del tercer milenio!
Los incentivos
Evidentemente, había que apoyar la propuesta con algún incentivo, desde luego no económico ni promocional, sino moral y espiritual. ¿Cuál? Aquí está: “Su Excelencia se hará merecedor de las obras mencionadas, tendrá la gratitud de miles de jóvenes pobres y, lo que es más importante, recibirá la recompensa prometida por Dios a todos aquellos que se esfuerzan por el bienestar moral y material de sus semejantes”.
Un formulario preciso
Como hombre concreto, ideó un medio, diríamos que muy moderno, para tener éxito en su empresa: pidió a sus destinatarios que le devolvieran el cupón, colocado al pie de la carta, con su dirección: “Les rogaría aún de quererme asegurar, por mi bien y por la realización de los trámites a realizar, desprendiendo y devolviéndome la parte de este impreso que lleva mi dirección. En cuanto tenga su aceptación daré la orden de que le sea entregada la mencionada bolsa”.
Don Bosco cerró su carta con la habitual fórmula de agradecimiento y buenos deseos, tan apreciada por sus corresponsales.
Don Bosco, además de ser un gran educador, un fundador clarividente, un hombre de Dios, fue también un genio de la caridad cristiana.