De Croacia a Etiopía: el sueño misionero de don Bosco continúa
Testimonio de Josip Iván SOLDO sdb, croata, misionero de Don Bosco enviado a Etiopía entre los miembros de la 151ª expedición misionera. La llamada misionera surge en el seno de la vocación salesiana como una invitación a salir e ir donde el Señor nos llame.
Me llamo Josip SOLDO, soy un salesiano croata nacido en Bosnia-Herzegovina.
Empiezo diciendo que mi familia siempre ha desempeñado un papel importante en mi vida: tengo tres hermanos y dos hermanas, una de las cuales es mi hermana gemela; estoy muy orgulloso de mis dieciséis sobrinos; mi madre, Verónica, sigue viva, mientras que mi padre murió en 2006.
Si repaso mi historia vocacional, puedo decir que desde pequeño sentí el deseo de ser sacerdote. A los cinco años ya era monaguillo y permanecí en este servicio hasta la enseñanza media. En la adolescencia, sin embargo, me alejé de la Iglesia, manteniendo solo la tradición de ir a misa los domingos y confesarme, pero sin un verdadero interés ni compromiso.
Alrededor de los 24-25 años comenzó mi conversión. En esa época yo trabajaba en una empresa de comida rápida y sentí la necesidad de volver a conectar con Dios, leyendo la Biblia en los descansos de mi trabajo. Poco a poco la Palabra de Dios descendía a mi corazón y yo me sentía confundido. Era un joven “normal”, me encantaba ir a las discotecas, salir con los amigos y divertirme con ellos, hacer que las chicas se fijaran en mí, con la esperanza de encontrar algún día mi alma gemela. El encuentro con un sacerdote salesiano cambió mi vida y tomé la decisión de profundizar en el carisma de Don Bosco, con el deseo de llegar a ser algún día salesiano sacerdote. Durante dos años estuve en la comunidad del prenoviciado; necesitaba conocer realmente a Don Bosco, porque los salesianos no estaban presentes donde yo vivía; basta decir que en mi pueblo me preguntaban si los salesianos formaban parte de la Iglesia Católica, pensando que fueran una secta. La idea de ayudar a los jóvenes pobres, educarlos para una vida mejor y acercarlos a Cristo me fascinó inmediatamente.
En 2016 me trasladé a Italia, a Roma, donde permanecí tres años, primero en el noviciado de Genzano, donde hice mis primeros votos como religioso el 8 de septiembre de 2017, y luego en la Comunidad de San Tarcisio para estudiar filosofía en la Universidad Pontificia Salesiana. Dentro de mí sentía un fuerte deseo de ir más allá, de llegar lejos, pero no estaba aún lo suficientemente maduro para tomar una decisión seria y difícil, como la vida misionera. Cuando volví a Croacia para hacer el tirocinio, me di cuenta de que mis dudas, mis incertidumbres, mis miedos, el no sentirme a la altura o la inexperiencia no podían impedirme estar dispuesto a ser misionero. Dios trabaja a través de nosotros, incluso cuando no somos conscientes y no podemos confiar únicamente en nuestra propia y limitada fuerza humana. Él utiliza nuestras debilidades, nuestros pequeños matices para mostrar su grandeza. Muchas veces me había ocurrido que me había preparado bien para las reuniones con los jóvenes y luego ellos no recordaban nada de la reunión, pero me contaban lo significativas que habían sido para ellos las cosas dichas en los momentos informales, de las que a menudo ni siquiera yo mismo me daba cuenta. Comprendí que Dios no necesita superhéroes sino “siervos inútiles” que tengan en su corazón el deseo de servirle; y entonces escribí mi solicitud al Rector Mayor para ser misionero salesiano, ad gentes.
El mismo año en que comenzó la pandemia de Covid, recibí la respuesta del Generalato: ¡misionero con destino a Etiopía! El primer paso fue aprender a tener paciencia, en medio de las limitaciones debidas a la situación sanitaria y a la lentitud de la burocracia para obtener los documentos necesarios. Mientras tanto, realicé mi tirocinio en las comunidades de Split y Zagreb, dos experiencias diferentes en las que tuve la oportunidad de conocer a muchos hermanos santos y jóvenes que me mostraron el rostro y la voz de Dios.
¡Por fin, a principios de septiembre del año pasado, llegué a Etiopía! En el “Bosco Children” de Addis Abeba pude estar entre los chicos: muchos de ellos vienen de la calle; los salesianos les dan una segunda oportunidad acogiéndolos en el centro. Hay chicos refugiados, chicos que han tenido que huir de sus ciudades o de sus casas, otros han nacido y han vivido siempre en la calle. Los salesianos les ofrecemos la posibilidad de tener una nueva vida, mediante la educación, la vivienda y todo lo que es necesario para una vida digna de un ser humano. Los chicos que ingresan en el programa del Bosco Children viven allí de dos a tres años hasta que están preparados para reintegrarse a su familia o a la sociedad. Otro servicio que realicé este año fue la construcción del sitio web (boscochildren.com), gracias a la ayuda y el apoyo de algunos buenos hermanos de Croacia y del movimiento juvenil croata llamado Nova Eva. Como ya tenía experiencia como cocinero, me propusieron hacer pan con los jóvenes: todos los días cocinábamos pan para todo el centro y la comunidad, con el sueño de abrir algún día una verdadera panadería con puestos de trabajo y cursos de formación. Por lo demás, nuestro centro es un “Valdocco en Addis Abeba”: granja con conejos, gallinas y vacas, escuela de mecánica de automóviles, carpintería, metalistería, electricidad, cocina, sastrería… todo para educar a nuestros chicos y prepararlos para la vida.
El choque cultural para mí fue bastante fuerte: la comida diferente, un idioma que no pude aprender enseguida, las costumbres de una nueva cultura… Experimenté muchas emociones, me sentí nervioso y a menudo buscaba estar solo.
Tengo que agradecer al Sector de Misiones de la Congregación por el curso de formación de misioneros que acaba de terminar, porque ha sido una oportunidad para darle nombre a estos shocks, para ver que otros misioneros también viven los mismos desafíos y que el proceso de inculturación no es fácil. A pesar de las dificultades, siento en mi corazón un fuerte deseo de seguir adelante y empujarme para la superación de mí mismo. Con el tiempo sé que comprenderé que en la vida misionera el Señor no pide mucho; “lo pide todo”, para dártelo todo.
Mi formación hacia el sacerdocio continúa con el inicio de los estudios de teología, antes de volver a la misión. Seguramente habrá nuevos desafíos, pero también la alegría de estar donde el Señor me quiere, la plenitud de saber que lo que estoy haciendo es la voluntad de Dios. Ahora siento que no hay nada que pueda llenar tu corazón como lo hace el Señor cuando estás allí donde Él te quiere, cuando sabes que tu vida encuentra plenitud de sentido en su plan divino, y la esperanza de que nunca te abandonará, hasta el cielo, donde espero estar un día junto a muchos hermanos.
Entrevistado: Marco FULGARO