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El carisma salesiano está arraigado en Albania, un país en el que la obra salesiana está viva y es fecunda: desde los comienzos de los años 90 hasta mirar hacia el futuro, las experiencias contadas por el padre José Liano, misionero guatemalteco al servicio de los jóvenes albaneses, en la comunidad de Scutari.


¿Cómo nace la presencia salesiana en Albania? El padre Oreste Valle cuenta que, ante la dramática situación italiana en los puertos de Bari y Brindisi en 1991, fue el propio Papa San Juan Pablo II quien pidió al entonces Rector Mayor, don Egidio Viganò, la disponibilidad inmediata de los salesianos para ir a Albania. La llegada de aquellos barcos rebosantes de personas en busca de un futuro mejor le rompió el corazón y le hizo comprender de inmediato que no había que limitarse a acogerlos en el puerto: también era urgente emprender el camino inverso y salir al encuentro de aquellos jóvenes pobres y abandonados que se quedaban en casa.
La primera expedición salesiana procedente de Italia llegó a finales de 1991. Oficialmente, la presencia salesiana comenzó el 25 de septiembre de 1992, en Scutari (Shkodër), en el norte de Albania, destinada a construir un futuro prometedor, partiendo de un presente lleno y alegre. El contexto era una ciudad históricamente importante, de gran cultura y fe, en medio de una pobreza atroz, con un número inimaginable de jóvenes, con el recuerdo de tanta sangre derramada, la sangre de los mártires católicos y los de otras religiones.
La obra se desarrolló en torno a las necesidades de los niños y de sus familias: del oratorio, corazón y génesis de la presencia salesiana, a la escuela profesional, luego al internado, al templo y a la parroquia. Un desarrollo según el criterio oratoriano: patio, escuela, casa y parroquia, como quería Don Bosco. Después de Shkodër, se abrieron horizontes en la capital, Tirana, luego en Kosovo, en Prishtina y Gjilan, y, durante casi tres años, también en Lushnje, en el sur de Albania.

La casa salesiana de Shkodër se encuentra en el centro de la ciudad: hay un número importante de chicos matriculados en el internado y el oratorio sigue siendo un patio abarrotado cada tarde. Desde los pequeños que acuden a su entrenamiento de fútbol o a la escuela de danza folclórica, hasta los “mayores” que disfrutan jugando al voleibol, al baloncesto o simplemente reuniéndose para charlar y pasar tiempo juntos en el oratorio.
Todos los días, a las 6 de la tarde, todas las actividades se detienen para dar las buenas noches y rezar, como es tradición salesiana. Todos los fines de semana se reúnen los grupos de catequesis (viernes) y los de formación (sábado).
Esto es ordinario, porque entonces habría que añadir los encuentros vocacionales, las experiencias de apostolado, los entrenamientos para los distintos deportes y las fiestas según el tiempo litúrgico. Todo ello animado por una comunidad creyente bastante numerosa y un número importante de chicos y jóvenes animadores.

Podría decirse que la belleza y la originalidad de las obras salesianas albanesas es que, en conjunto, acogen a cientos de chicos y familias de diferentes credos, ofreciendo un servicio de educación y comunión en un contexto interreligioso. El nombre y la tradición de “Don Bosko” (con k) son reconocidos como un modelo de confianza, trabajo y bien generoso para la sociedad. Cada comunidad lleva a cabo su misión en un contexto totalmente diferente en términos de fe, propuesta pastoral y diálogo con la ciudad, pero se intenta compartir, en la medida de lo posible, entre Salesianos e Hijas de María Auxiliadora.
Para los chicos, todo parece ser un mismo patio en lugares diferentes. Esta armonía y confianza son la carta de triunfo para poder proponer juegos, cursos, oraciones e itinerarios de crecimiento sin ser juzgados como “propagandistas de la fe” o “sólo interesados en su propio bien”.

Los que entran en un ambiente salesiano se sienten acogidos y capaces de acoger a los demás, sin distinción. Y para los católicos, formar parte del grupo de animadores y del patio significa vivir la propia vocación al servicio de los jóvenes, según el estilo salesiano, con la belleza de verlos rezar, confesarse y asistir a misa con regularidad.
Lo que interpela actualmente a los salesianos es encontrar las respuestas adecuadas a las necesidades de esta generación.
El fenómeno de la emigración es desgarrador, los indicadores de pobreza aumentan y las posibilidades de un futuro digno en Shkodër se reducen drásticamente. Tanto para estudiar como para encontrar un empleo, hay que tener mucha suerte o marcharse. Los salesianos sueñan con un centro de día y un centro juvenil, con una escuela de formación profesional digna y rentable y una escuela de idiomas, artes y deportes, que darían a sus sueños una forma, un presente y un futuro. Desgraciadamente, sin apoyo financiero, estos sueños se quedan sólo como tinta sobre hojas de papel en blanco. Y, mientras tanto, los jóvenes y las familias siguen marchándose de aquí.
Pero los salesianos no dejan de soñar, viviendo el presente como un regalo verdaderamente precioso de Dios. El P. José LIANO, misionero salesiano de Guatemala, nos dice: “Personalmente, me siento el salesiano más afortunado de esta tierra: compartir la misión con salesianos de todo el mundo (Vietnam, Congo, Italia, Zambia, India, Eslovenia, Eslovaquia, Guatemala, Albania y Kosovo), con jóvenes y salesianos tan fieles, en una ciudad tan hermosa, dedicándome a animar el oratorio… ¡no ocurre todos los días! Todo ello, con la conciencia de que adentrarse en el contexto, conocer la realidad y comprender el idioma fueron procesos lentos y costosos, pero, al cabo de un tiempo, uno se da cuenta de cuánto valió la pena. ¡Una misión tan desafiante y hermosa es un estímulo para la fidelidad creativa y la santidad!
A Albania le espera hoy un futuro complejo. No faltan los problemas. Últimamente, las ayudas económicas y los proyectos que llegan a Albania se dirigen a destinatarios más necesitados, sobre todo en Ucrania y Turquía; esto sugiere que también es hora de empezar no sólo a recibir sino también a generar ayudas, aunque todavía no sea posible cubrir totalmente los gastos. Los jóvenes, fieles y fuertes, están ahí, por la gracia de Dios. Hoy el reto es encontrar el punto de impulso, la manera de convertir juntos el contexto en una certeza, un “oasis” para las generaciones futuras y una fuente de vocaciones, santidad y belleza.

Marco Fulgaro