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La misión salesiana en Uruguay compartida por un vietnamita, el Padre Domenico Tran Duc Thanh: el amor cristiano a través de la vida vivida con la gente del lugar.


Los Salesianos fueron fundados oficialmente como Congregación en 1859, pero el sueño se venía gestando desde hacía mucho tiempo. Ya al principio de su labor, Don Bosco se dio cuenta que la obra tenía que ser compartida, como había intuido en muchos de sus sueños. Así que involucró a personas de todas las clases sociales para que colaboraran de diversas maneras en la misión juvenil que Dios le había encomendado. En 1875, con el inicio de las misiones, comenzó una etapa importante en la historia de la Congregación. El primer destino sería Argentina.

El 13 de diciembre de 1875, la primera expedición misionera salesiana, dirigida por el P. Juan Cagliero, con destino a Buenos Aires, pasó por Montevideo. Uruguay se convertía así en el tercer país fuera de Italia al que llegaban los Salesianos de Don Bosco. Los Salesianos se instalaron en el barrio de Villa Colón, en medio de enormes dificultades, comenzando su labor en el ColegioPío, inaugurado el 2 de febrero de 1877. Ese mismo año, llegaron a Uruguay las Hijas de María Auxiliadora, que también se instalaron en este barrio: de este modo, Villa Colón se convirtió en la cuna desde la que el carisma se extendió no sólo en Uruguay, sino también a Brasil, Paraguay y otras tierras del continente latinoamericano.

Con el tiempo, esa presencia salesiana se transformó en Inspectoría y hoy cuenta con diversas obras salesianas en distintos puntos del país: escuelas, servicios sociales, parroquias, basílicas, santuarios, capillas rurales y urbanas, centros de salud, residencias estudiantiles y universitarias, Movimiento Juvenil Salesiano y más. Es una pluralidad que muestra la respuesta a las necesidades del territorio y la flexibilidad de los Salesianos para adaptarse a la situación local. Visitando a la gente del barrio, tratando de comprender lo que vive la gente a través del diálogo y la vida cotidiana, se lleva a cabo la adaptación a las nuevas situaciones para responder mejor a la misión encomendada. Este salir al encuentro de los jóvenes, especialmente de los más necesitados, hace felices a los Salesianos, permitiéndoles seguir descubriendo día a día la belleza de la vocación salesiana.
El trabajo en estas obras ha sido compartido con los fieles laicos, y habiendo cuidado su formación, hoy encontramos a un buen número de ellos trabajando en estas actividades, compartiendo su vida con los Salesianos y fortaleciendo su misión. La apertura a los demás también ha permitido acoger aquí a Salesianos que no son originarios del país. Es el caso del P. Dominic, que desarrolla allí su misión salesiana.

La respuesta a la vocación misionera ha dejado una fuerte huella en su vida. Nos cuenta que se encontró casi de repente en un país desconocido, con una lengua y una cultura diferentes, teniendo que separarse de todas las personas que conocía, que han quedado lejos. Tuvo que empezar de cero, con otra disposición, con una sensibilidad nueva. Si antes pensaba que ser misionero era llevar a Jesús a otro lugar, al llegar a Uruguay descubrió que Jesús ya estaba allí, esperándole en otras personas. “Aquí en Uruguay, a través de los demás, pude encontrarme con un Jesús totalmente diferente: más cercano, más humano, más sencillo”.

Lo que no echó de menos fue la presencia maternal de María, que le acompaña en el día a día de la vida misionera y le da una fuerza profunda, que le impulsa a amar a Cristo en los demás. “Cuando era niño, mi abuela me llevaba todos los días a una iglesia para rezar el rosario. Desde aquellos días a sus pies hasta hoy, sigo sintiéndome protegido bajo el manto de María”. El culto mariano da frutos; el amor se paga con amor.

Nos confiesa que: “En Uruguay soy un joven que no tiene nada; sólo tengo fe, la fe de saber que Cristo y María están siempre presentes en mi vida; la esperanza de una Iglesia cada vez más cercana, llena de santidad y alegría”. Pero es quizá esta pobreza la que le ayuda a preparar su corazón para seguir a Cristo, a educar su corazón para estar con los hermanos y hermanas que encuentra en el camino. Esto lo lleva a ver a la Iglesia como un lugar de encuentro gozoso, una celebración que manifiesta la fe del otro, un encuentro que implica unidad y santidad.
Y esto le lleva también a darse cuenta de que su lugar está allí donde está, en su comunidad con sus hermanos, con la gente del barrio, con los animadores, con los niños, con los laicos, con los educadores.
Así es como se manifiesta la belleza de la vocación misionera: dejando actuar a la Providencia, mediante la humildad y la docilidad al Espíritu Santo, se transforma lo ordinario en extraordinario.

Artículo editado por
Marco Fulgaro

Don Bosco en Uruguay. El sueño misionero se ha hecho realidad. Galería de fotos

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Don Bosco en Uruguay. El sueño misionero se ha hecho realidad
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