Entrevista a José Gallego Vázquez, salesiano coadjutor, que tras muchos años de servicio en su tierra natal la dejó para ir a la misión, viniendo a cubrir muchas necesidades.
1.- ¿Quién soy y como nacen las misiones en el Perú?
Hola. Soy el salesiano coadjutor José Gallego Vázquez. Nací hace 54 años en Vigo-España. He trabajado en distintas casas de la antigua Inspectoría de Santiago el Mayor de León por 22 años antes de partir de misionero al Perú en 2010.
Los salesianos llegan al Perú en 1891 y atienden en el barrio del Rímac, en Lima, un oratorio donde dan clases, preparan para los sacramentos y juegan los niños.
2.- ¿Qué hacen los salesianos allí?
Atendemos a tres zonas misioneras en selva, colegios, casas de acogida, oratorios y centros juveniles, escuelas profesionales, parroquias, grupos de la Familia Salesiana y otras actividades pastorales y de atención.
3.- ¿Desafíos de la vida misionera?
Yo estoy trabajando desde hace algo más de siete años en la Misión Amazónica en San Lorenzo, que tiene una población de 11.000 habitantes y está a las orillas del rio Marañón, en la región Loreto. Estoy encargado de los Oratorios y Centro juvenil. Atendemos a cinco oratorios una vez a la semana (un oratorio dos días a la semana) y un centro juvenil de martes a sábado en las noches. En los oratorios y centro juvenil asisten a la semana unos 430 niños/as y jóvenes. Tenemos momentos de formación humana (charlas con instituciones de la ciudad, valores cívicos, etc), formación cristiana, buenas tardes-noches, deportes, campeonatos, veladas salesianas, convivencias, talleres (danza, futbol, manualidades, ecología, …).
Los niños y jóvenes que atendemos son de bajos o muy bajos recursos económicos, de familias numerosas y con padres convivientes que vienen bastantes veces de otras familias.
Atendemos también atiende un centro de formación profesional, con las especialidades de carpintería, agropecuaria y mecánica de motores, desde 2016. Este centro está dirigido a los indígenas de la provincia. Tenemos residencia y está a cinco horas de la misión en una pequeña comunidad indígena. Se atienden hasta un máximo de 50 jóvenes, varones y mujeres. Se les da también formación humana y cristiana y los que lo piden se les prepara para los sacramentos.
4.- ¿Qué podrías comentar de las visitas a las comunidades y de la itinerancia?
La comunidad misionera abarca una extensión de unos 30.000 Km cuadrados donde atendemos tres parroquias y aproximadamente unas 130 comunidades indígenas y mestizas. Es una comunidad misionera itinerante, los ríos son nuestros caminos de encuentro con los mestizos e indígenas, pues atendemos hasta siete pueblos originarios (Shawi, Kandozi, Chapra, Kocama, Aguajun, Achuar y Wampis). Su acogida siempre es buena, esperada y deseada. Con deseo de celebrar la misa, una palabra del sacerdote o el hermano salesiano. A ellos desearíamos llegar más veces, pero las distancias, el coste del viaje y la escasez de misionero dificulta mucho la atención y acompañamiento de nuestros hermanos. Es por ello que animo a los que lean estas líneas a dar una mano hacia estas misiones por un tiempo, a ayudar a contribuir con recursos para estas misiones y sensibilizar a todos para pedir al Señor por nuestros destinatarios, los misioneros y nuevas vocaciones autóctonas.
5.- Experiencia personal como misionero.
Del encuentro con ellos, caminar en la selva, comer como ellos, dormir en sus casas, convivir y aprender tanto de ellos uno aprende poco a poco a apreciarlos, a relativizar tantas cosas del mundo, apreciar y valorar la vida con otro manejo de los tiempos y del medio ambiente. Valoro mucho el equilibrio en que viven en contacto con la naturaleza de la que se sienten y viven como una parte de ellos que forma un todo. Cuando cazan, cuando pescan, cuando recolectan en la chacra o huerto, cuando tienen sus momentos de wayús o masato, o en las asambleas comunitarias para regular la vida de la comunidad.
También se aprende y valora mucho como los animadores cristianos de las comunidades, muchos padres y madres de familia, animan la vida cristiana de su comunidad con la celebración de la Palabra el domingo, la preparación de los sacramentos a niños y adultos, etc. Algunos de ellos llevan 30, 40 o más años. Es un ejemplo y testimonio generoso de perseverancia y vocación de servicio para ayudar a mantener viva la fe de la comunidad cristiana.
6.- ¿Qué proceso se sigue para los jóvenes con interés por la vida religiosa?
Mis últimas líneas son para reflexionar sobre la dimensión vocacional en estas tierras de misión. Vemos que hay jóvenes con inquietudes vocacionales, que expresan su deseo de ser también sacerdotes o religiosos. El acompañamiento con un plan y planificación formativa es fundamental para ayudarles al discernimiento en estos primeros momentos de inquietud y búsqueda. La actividad e implicación pastoral le ayudará, en su desempeño responsable, a madurar en su vida como persona y cristiano comprometido, antes de dar otros pasos. Todo ello irá dando fruto si toda la comunidad misionera se implica en este camino, aportando y facilitando el acercamiento y convivencia con el joven. Por eso es tan importante ser comunidades abiertas, acogedoras, que invitan y comparten vida y misión con ellos.
Este camino es previo a ser enviados al encuentro vocacional inspectorial que organiza al año para continuar su proceso en otra casa salesiana, bien como voluntario o como ya aspirante o prenovicio. Es un proceso personalizado, lento y paciente.
Al agradecer a José Gallego Vázquez su servicio a los más necesitados, pedimos al Señor que suscite más vocaciones para las misiones salesianas, recordando que Dios bendice esta generosidad con otras muchas vocaciones. Y recordemos que, aunque la oración es esencial, también nosotros debemos poner de nuestra parte, como decía Don Bosco: “hablar a menudo de vocaciones, hablar mucho de las misiones, hacer leer las cartas de los misioneros” (MB XIII,86).
Marco Fulgaro