🕙: 3 min.
image_pdfimage_print

(continuación del artículo anterior)

9. Vayamos al grano

Queridos jóvenes,
si miramos nuestros días, tomamos decisiones desde la mañana hasta la noche, se nos pide que decidamos tanto sobre cosas sencillas de nuestra vida cotidiana, pero a veces también nos enfrentamos a decisiones sobre cosas que afectan a nuestra vida y son de vital importancia. Afortunadamente, la mayoría de las decisiones que tomamos se refieren al ámbito de las cosas más sencillas, de lo contrario sería muy difícil y agotador llevar a cabo esta importante tarea. Sin embargo, las decisiones importantes están ahí y por ello merecen nuestra atención.
En primer lugar, recuerden que nunca debemos dejarnos llevar por las prisas para tomar decisiones rápidamente. Si tienen que elegir entre dos cosas, especialmente cuando se trata de realidades importantes de la vida (caminar hacia el matrimonio con esa persona, dar pasos concretos hacia la vida consagrada o sacerdotal), deben tomarse el tiempo adecuado para discernir qué es lo correcto.
Un segundo aspecto a tener en cuenta es recordar que son libres de elegir lo que quieran o lo que consideren correcto. Porque, aunque Dios es todopoderoso y puede hacerlo todo, no quiere quitarnos la libertad que nos ha dado. Cuando Dios nos llama a vivir donde podamos ser plenamente felices según su voluntad, quiere que esto se haga con nuestro pleno consentimiento y que no elijamos por la fuerza o la coacción, sino con total libertad.
En tercer lugar, les recuerdo que en las encrucijadas de la elección es esencial dejarse guiar: la libertad debe ir acompañada, porque es difícil encontrar el camino solo. Elegir con plena libertad implica tener claro el bien que los demás pueden recibir de mí, y lo plenamente realizado que puedo estar cuando estoy para los demás. Ya les he escrito sobre este tema, pero permítanme recordarle que es aquí donde más necesitamos una voz exterior que confirme, o corrija, o disuada de las elecciones que marcan el futuro.
Una de las preguntas que surgen obviamente de este movimiento de elecciones, especialmente de las más importantes, es: ¿cómo podemos estar seguros de que hemos hecho la elección correcta? La pregunta es legítima, porque nadie quiere equivocarse y a todos nos gustaría hacer la elección correcta de una vez por todas. Casi nos gustaría poder elegir una vez y no tener que volver sobre ello nunca más y sentirnos cómodos con lo que ya hemos decidido. En este sentido, creo que debo hacer hincapié en un aspecto importante. Hay que entender bien que elegir, tomar decisiones, nunca puede ser algo “de una vez por todas”, sino que es un proceso, un proceso que a veces tiene incluso largos plazos, que permiten profundizar en las cosas y lograr así cada vez más la certeza moral de que lo que he hecho es la elección correcta. Cualquiera que sea el estado de la vida, no se requiere que, en el momento de la elección, ustedes sean ya perfecto, consciente de todo lo que esta elección requiere. Ustedes no están llamados a un para siempre ciego, sino a un viaje hacia un para siempre consciente y fuerte de las decisiones tomadas a diario, fruto de una porción de buena voluntad guiada por la prudencia y la constancia.
Para vivir bien el tiempo de la elección, hay que cultivar bien el primer movimiento, ahondar en la propia vida sin fiarse sólo de las emociones y sin calcular sólo con la inteligencia. Siempre hay que buscar y asegurar el equilibrio de todos los componentes de la persona, pero sobre todo al principio hay que asegurarse de que la elección que se ha hecho tiene una base sólida. Una vez hecha la elección inicial, no hay que preocuparse si surgen amarguras o tibiezas en las primeras etapas. De hecho, existe el riesgo de cambiar de opinión con frecuencia y rapidez: una vez hecha la elección, no mirar demasiado a la izquierda ni a la derecha. A veces es fácil, incluso seductor, distraerse, explorar o tomar otros caminos. Mirar demasiado hacia otro lado puede llevarlos por un camino diferente, a dudar y arrepentirse de la elección original que han hecho. Si esto ocurre en momentos de euforia y desánimo, en tiempos de crisis, lo importante es, sin duda, no tomar decisiones en ese momento y no cambiar la decisión inicial, sino permanecer en el momento, esperando un tiempo de calma que permita releer con calma lo que caracterizó la crisis y luego tomar las decisiones al respecto, siempre de acuerdo con la conciencia y en un movimiento de acompañamiento. Si se intenta mantener siempre firme la voluntad de perseguir el bien elegido, como un camino de compromiso serio, o una experiencia de vida comunitaria estable para la vida religiosa o sacerdotal, Dios no dejará de llevar todo a buen puerto. Como ya hemos dicho, este camino requiere muchos “síes” individuales, cada día. Incluso las acciones aparentemente más indiferentes se vuelven fecundas si están orientadas hacia el Bien que se persigue. Es una cuestión de perseverancia que se convierte en fidelidad diaria.



Oficina de Animación Vocacional

(continuación)