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El Segundo Congreso Regional de Coadjutores Salesianos de la Región África-Madagascar se celebró del 24 al 29 de mayo de 2023 en Yaundé, Camerún, en la Visitaduría “Nuestra Señora de África” del África Ecuatorial Tropical (ATE). El lema del Congreso: “Caminando con Rafael y Tobías, pedaleando con Artémides”, guió las jornadas de profundización en el carisma, con el objetivo de promover la identidad vocacional del salesiano coadjutor y ofrecer una visión que ayude en la formación permanente. Presentamos la ponencia del Consejero Regional, don Alphonse Owoudou.


Introducción
El Capítulo General 28 nos planteó un reto de identidad en forma de pregunta: “¿Qué clase de Salesianos para los jóvenes de hoy?” Esta pregunta puede volver a nosotros durante este Congreso de los Hermanos Salesianos: ¿Qué Hermanos Salesianos para los jóvenes de África y Madagascar de hoy? Las diversas reflexiones que han alimentado estas jornadas nos dan motivos para redibujar constantemente el retrato de cada uno de nuestros hermanos laicos consagrados, y a ello vamos a contribuir contemplando un libro de la Biblia, el libro de Tobías, una historia extremadamente profética, pedagógica y pastoral. Veremos, a través de una perspectiva analógica y en parte hermenéutica, cómo y en qué medida, como Don Bosco y particularmente como San Artémides Zatti, el Coadjutor está llamado a convertirse en un padre espiritual y un compañero competente para los jóvenes, por no decir un verdadero “sacramento de la presencia salesiana”.

1. Caminando con Rafael y el joven Tobías
La historia de Rafael y Tobías es un fascinante relato bíblico sobre un joven llamado Tobías y su ángel de la guarda, Rafael. Me gustaría resumir la vida de Tobías dándole la palabra: “Yo, Tobías, caminé en la verdad e hice lo correcto. Daba limosna a mi familia y a los cautivos asirios en Nínive y visitaba a menudo Jerusalén para las fiestas, llevando ofrendas y diezmos. Cuando crecí, me casé y tuve un hijo llamado Tobías. Deportada por Senaquerib, me abstuve de comer su comida y Dios me concedió misericordia ante él. A través de mi sobrino Ahikar, conseguí regresar a Nínive, donde ayudé a los huérfanos, a las viudas y a los extranjeros según la ley de Moisés”.

Acusado por uno de los ciudadanos, Tobit es tristemente arruinado, e incluso cegado por los excrementos de un pájaro que caen sobre su rostro. Y recordamos la disputa con su mujer (cap. 2), que había traído una oveja, y el marido ciego pensó que la había robado, lo que enfureció a su mujer e insultó a su marido ciego. Tobit tenía un hijo, al que había dado su propio nombre. El arcángel Rafael se le apareció a este joven en forma humana y le ofreció su ayuda. Rafael acompaña a Tobías en una difícil misión, un peligroso viaje para recoger dinero para su familia (capítulo 4). Durante el viaje, Rafael ayuda a Tobías a derrotar a un demonio que ha matado a los maridos de su futura esposa y cura la ceguera de Tobías. Al final del viaje, Tobías se casa con Sara, la hija de un pariente lejano, y Rafael revela su verdadera identidad como ángel de Dios.

El laico salesiano Artémides Zatti fue un religioso y un hombre cercano a sus hermanos y hermanas, especialmente a los que sufrían. Dedicó su vida a ayudar a los enfermos y a los pobres de Argentina. Zatti era un joven de familia pobre que empezó a trabajar a los cuatro años para ayudar a su familia. Más tarde emigró a Argentina con su familia en busca de una vida mejor. Aquejado de tuberculosis, se recuperó e ingresó en la orden salesiana.
Zatti trabajó como farmacéutico y también dirigió un hospital, donde se le describía como muy entregado a los enfermos y los pobres. También participó en actividades religiosas y fue considerado un candidato potencial a la canonización. Zatti era conocido por su compasión y dedicación a los pacientes, sus conocimientos médicos, su trabajo para ampliar el hospital y su legado duradero. Su bicicleta se convirtió en un símbolo de su vida dedicada a los demás, que utilizaba para recorrer la ciudad visitando a los enfermos pobres. Zatti rechazó los regalos para sí mismo, prefiriendo seguir utilizando su bicicleta, que consideraba un medio de transporte suficiente para cumplir su misión de cuidar a los enfermos y servir a los demás.

2. Los dos tweets del Papa Francisco y una bicicleta
1. El hermano salesiano Artémides Zatti, lleno de gratitud por lo que había recibido, quiso dar las “gracias” asumiendo las heridas de los demás: curado de tuberculosis, dedicó toda su vida a cuidar los enfermos con amor y ternura.
2. La fe cristiana nos pide siempre caminar junto a los demás, salir de nosotros mismos hacia Dios y nuestros hermanos. Y saber dar gracias, superando la insatisfacción y la indiferencia que afean nuestro corazón.

El Papa Francisco, hablando de Zatti, insiste en “caminar juntos”, es decir, compartir y unirse por amor para ayudar a los que sufren. Zatti dedicó toda su vida a servir a los más desfavorecidos, utilizando su bicicleta como medio de transporte para ir a los barrios pobres de la ciudad y ayudar a los enfermos. Su bicicleta se convirtió así en un poderoso símbolo de los valores que compartía: humildad, generosidad y sencillez.
De hecho, Zatti no mostró especial interés en poseer un auto o incluso un ciclomotor cuando sus amigos quisieron regalárselo. La bicicleta era todo lo que necesitaba para lograr su noble objetivo: ayudar a las personas más necesitadas de ayuda. Su elección del medio de transporte también reflejaba otra característica intrínseca de su personalidad: el amor incondicional que repartía sin restricciones ni condiciones a aquellos que no tenían la suerte de recibir tanto simplemente porque sus circunstancias sociales o económicas no se lo permitían.
Cada gesto de Zatti resonaba profundamente en todos, invitando a todos a seguir su ejemplo. Caminar juntos significa estar disponible psicológica y físicamente para que cada persona pueda sentirse sostenida por quienes la rodean, pero sobre todo servir a los demás con amabilidad y compasión como él mismo cuidó de ellos durante tantos años. Estas acciones son un reflejo concreto del mensaje esbozado por el Papa Francisco sobre “caminar juntos”: tender la mano a los que sufren para prever colectivamente una mejora general del bienestar de la comunidad mediante una actitud general de mayor solidaridad y calidez hacia los demás en nuestra vida cotidiana.

3. ¿Nuestra misión de acompañamiento y sinodalidad?

Esta historia del Libro de Tobías es un excelente ejemplo de la importancia y el papel crucial que desempeñan el acompañamiento, la sinodalidad y la solidaridad en nuestra misión común de servicio a los demás.
Rafael acompañó a Tobías durante todo su viaje, incluidos los incidentes, adaptándose a cada situación y tomándose el tiempo necesario para responder a sus preguntas, asistir a sus compañeros y ayudar a los que sufrían. Su papel era animar, incitar y empujar a Tobías a superar los retos a los que se enfrentaba para que pudiera llegar a su destino. Pero hizo más que eso: también le prestó ayuda práctica en situaciones en las que se veía impotente ante las fuerzas invisibles que le controlaban.

Es más, Rafael no trabajó solo durante el viaje; trabajó mano a mano con Tobías para encontrar soluciones adaptadas a las circunstancias. Comprendió que, para ser eficaz, tenía que escuchar las peticiones del joven, respetar su estilo de liderazgo personal y crear un sistema de cooperación entre ambos para alcanzar el objetivo final que compartían: derrotar a Asmodeo y curar a su padre.
Rafael y Tobías nos enseñan que para ofrecer un ‘coaching’ real, útil, rentable y satisfactorio, debemos estar atentos a las necesidades de los demás, salir de nuestra zona de confort si es necesario, escuchar activamente lo que tienen que decir, mostrar empatía, pero sobre todo trabajar juntos para que cada uno pueda contribuir, según sus capacidades específicas, a alcanzar los objetivos comunes que todos compartimos. Este aprendizaje es más actual que nunca, porque sin colaboración entre las personas con objetivos comunes, su misión se verá comprometida.

4. Una vocación “médica” y pastoral
Rafael, que significa “Dios cura”, es conocido como uno de los arcángeles de la Biblia, a menudo asociado con la curación y la protección. Del mismo modo, Zatti era considerado un sanador y protector de los enfermos y pobres de su comunidad. Pero esta terapia tenía lugar a varios niveles. El amor de Zatti por la pobreza, su desapego por las cosas materiales y su disposición a aceptar e incluso mendigar lo que consideraba necesario para el bienestar de sus pacientes, son algunos de los rasgos que le asemejan a Jesús, que en realidad era un rabino laico y sanador. Siempre estaba disponible a cualquier hora del día y de la noche y con cualquier clima, y viajaba en los viejos carros de madera de los campesinos si lo encontraban camino a casa de un paciente. También era humilde y tenía una baja opinión de sí mismo, a pesar de los esfuerzos de sus benefactores por elevarle a sus propios ojos y a los del mundo. La fuerte vida interior del santo Coadjutor, llena de amor a Dios y de total confianza en la bondad de la divina providencia, su confesión regular y su amor por el Santísimo Sacramento le asemejaban a Don Bosco. A menudo leía a los enfermos pasajes de la vida de los santos y, al final del día, les daba una notita para la noche. El buen humor de Zatti también se basaba en los sólidos cimientos de su vida espiritual y consagrada, y siempre mostraba alegría y buena voluntad en el cumplimiento de sus deberes para con los enfermos y los desafortunados. También fue un pacificador, ayudando a resolver los conflictos entre los miembros de su personal y los médicos de Viedma y de la Patagonia. Estas características de nuestro santo Coadjutor se destacan aquí porque son también un poderoso antídoto contra los enemigos de nuestros tres votos, contra la indiferencia y la pereza pastoral, contra el actual distanciamiento entre los destinatarios y nosotros mismos, y el camino real que nos aleja del arribismo que se disfraza de clericalismo en el mundo religioso.
En la escuela del ángel Rafael y Zatti, descubrimos que para nosotros, Salesianos de Don Bosco, también somos portadores de la Buena Noticia, que a menudo consiste, como anunció Jesús en la sinagoga (Lucas 4), en curar y restablecer. Esta función “médica” es una parte importante de nuestra misión al servicio de los jóvenes y de los pobres. Y si la “enfermedad”, como la pobreza, puede adoptar diferentes rostros, los salesianos en general, y los salesianos coadjutores en particular, somos conocidos por nuestras diversas luchas contra los males y las diversas formas de precariedad, de ahí nuestra inmensa labor en escuelas, orfanatos, hospitales, oratorios y en los talleres y laboratorios de nuestros centros de formación profesional y escuelas técnicas superiores. Y en nuestra Región, al igual que en la Congregación, varias Inspectorías, obras y miembros de la Familia Salesiana están implicados en actividades directamente relacionadas con la salud, incluyendo hospitales, clínicas y centros de atención para ancianos. La salud se considera un aspecto importante del bienestar de los jóvenes y de los pobres, e intentamos, con Don Variara, con Zatti y otros, responder a sus exigencias integral y holísticamente.
Hoy necesitamos una generación de salesianos suficientemente arraigados en el cielo, como Rafael, y profundamente apegados a los retos de la tierra, como Azarías (el sobrenombre del ángel Rafael), que se preocupen por conciliar el bien temporal con el de la eternidad, luchando contra todas las formas de enfermedad y en defensa de la salud, especialmente aquellas que afectan a los más vulnerables de nuestra sociedad. Necesitamos ángeles y compañeros que puedan aliviar nuestras enfermedades físicas, mentales y emocionales, así como los problemas de salud relacionados con la pobreza, como la desnutrición y el acceso limitado a la asistencia sanitaria. Seguimos trabajando para satisfacer estas necesidades de forma eficaz y holística, proporcionando asistencia sanitaria de calidad y trabajando para mejorar la vida de los más vulnerables.

5. Metáfora de la relación educativa y pastoral
Azarías ilustra la perfecta relación educativa entre el coadjutor salesiano y los Tobías o jóvenes de hoy. Sobre todo, si sabemos que el nombre Azarías significa en realidad ayudante, auxiliar, coadjutor. Así, del mismo modo que un ángel acompañaba a un joven hacia la madurez, el coadjutor puede y debe animar a los jóvenes a crecer y madurar en sus relaciones con sus iguales, en lo que se conoce como relaciones de igualdad, pero también en sus relaciones y deberes para con su familia y sus padres, y el mundo adulto en general, en lo que se conoce como relaciones asimétricas. Nos anima a releer esta maravillosa historia del Libro de Tobías, y a hacer nuestros los sabios consejos del anciano Tobit a su hijo, y la lección de vida y religión que Azarías da a la familia reconciliada, antes de volver a Dios, es decir, al que lo envió. Este es un detalle importante: ir y volver a Dios, el que nos envió, como esas idas y venidas en la escalera de Jacob, donde los ángeles van y vienen entre el cielo y la tierra, como para enseñar a los ángeles de hoy la unión con Dios y la predilección por los pobres de la tierra.
San Artémides Zatti nos muestra cómo podemos asimilar perfectamente este papel en nuestra vida cotidiana: dedicando su vida a ayudar a los más jóvenes y a los más pobres, hizo mucho más que limitarse a impartir enseñanzas morales. Guió a los jóvenes hacia el crecimiento personal, reconociendo sus capacidades interiores y mostrándoles cómo expresarlas. También dio ejemplo mostrando compasión por los enfermos y los pobres; demostrando con sus acciones que es posible cambiar el mundo que nos rodea a través del amor, la entrega y el sacrificio.
El Hermano Salesiano puede ser una minoría estadísticamente (en África el 9% en las provincias más ricas). Y, sin embargo, se encuentran en una posición privilegiada para captar este admirable modelo volando a las afueras de la misión con y como el ángel de la guarda, recorriendo los caminos de las dimensiones terrenales y seculares de la vida, y “pedaleando” con Zatti hasta la cabecera de los necesitados, con toda humildad y sin la arrogancia de los grandes medios y el arsenal de algunos pastores actuales. De este modo, podrán imitar al Guía celestial proporcionado por Dios en la historia de Tobías: motivar la obediencia suave hacia su anciano y ciego padre, iniciarle ante las adversidades del camino, así como tomar con valentía una decisión importante para su futuro, confiar en Dios en los momentos decisivos, en una palabra, un coraje impresionante y una profunda empatía que permitirán al muchacho un crecimiento armonioso que le conducirá hacia una autonomía reflexiva, a pesar de que sus padres, anticipando en su ansia la parábola del hijo pródigo, le esperaban cada día con preocupación. Pero el texto dice que el joven Tobías conocía el corazón de su padre y la preocupada ternura de su madre.

Conclusión
“Soy Rafael, uno de los siete ángeles presentes ante la gloria del Señor. No temáis. La paz sea contigo y bendito sea Dios por siempre. No temáis por lo que habéis visto, pues sólo era una apariencia. Bendecid al Señor, celebradlo y escribid lo que os ha sucedido”.

Al final del relato, Rafael se define como un sacramento de la presencia de Dios con Tobías. Exactamente lo que hizo y fue Jesús, lo que ilustró nuestro fundador Don Bosco y lo que nos recomienda el Rector Mayor en la tercera prioridad de este sexenio. Ser signo de otra parte, “como si nosotros también pudiéramos ver al Invisible”. Lo invisible en ambientes que sin embargo son muy visibles, en las escuelas, en la catequesis, en los talleres o, como decía Don Rinaldi, en la agricultura, donde algunos Hermanos saben cultivar y hacer fructificar la tierra y la creación. El coadjutor salesiano es una de las dos formas de la vocación consagrada salesiana, la otra es el sacerdote salesiano. Según la CG21, no son sólo individuos los que difunden el mensaje de Don Bosco, sino sus comunidades formadas por sacerdotes y laicos, fraternal y profundamente unidos entre sí, llamados a “vivir y trabajar juntos” (C 49).

La presencia significativa y complementaria de clérigos y laicos salesianos en la comunidad es un elemento esencial de su fisonomía y de su plenitud apostólica. Estamos bien situados este año, a la luz del Aguinaldo del Rector Mayor, para reiterar que el coadjutor salesiano no es un laico como los demás fieles laicos de la Iglesia. Es un religioso consagrado. Por supuesto, su vocación conserva afortunadamente una conexión real con el concepto de laicidad y sólo lo exalta en sus expresiones más bellas. En este sentido, este segundo Congreso Regional puede considerar legítimamente a cada uno de nuestros Hermanos Salesianos como ese ángel, ese arcángel descrito en el libro Tobit, que está sin cesar ante el rostro de Dios, y que recorre los caminos del mundo, volando en ayuda de los necesitados o en camino, y conduciéndolos a la alabanza y a la acción de gracias. Cada Hermano es invitado así a contemplar a Rafael que, en una kénosis admirable, renuncia a su rango angélico y desciende a recorrer los caminos polvorientos para acompañar a Tobías en el camino de la iniciación a la edad adulta. Esta metáfora invita al Hermano Salesiano a acompañar a los jóvenes de hoy hacia la plena ciudadanía como ciudadanos y creyentes, como quería nuestro fundador: amor a los padres (Rafael insta a Tobías a obedecer a su padre), compromiso social (Rafael ayuda a Tobías y supervisa operaciones milagrosas para los enfermos, castidad y amor para casarse con Sara, y lealtad para convertirse en heredero tanto de su padre como de su suegro Ragüel) y servicio divino (Rafael se proclama enviado directamente por Dios y da consejos para honrar y alabar a Dios, y amar al prójimo).
Al igual que los mensajeros bíblicos (ángeles) y los apóstoles en la historia de la Iglesia, los Hermanos Salesianos están llamados a estar disponibles, a servir a la unidad e identidad salesiana y a la plenitud apostólica participando activamente en la vida y el gobierno de la Congregación. Junto a sus hermanos diáconos y sacerdotes, acompañan a los jóvenes – y a otros hermanos – en su consagración y en sus compromisos educativos, integrando y celebrando la diversidad en el seno de la comunidad salesiana. Los Hermanos, bien dotados, formados e identificados, son pilares para los jóvenes en sus trayectorias vitales, a menudo complicadas y difíciles, del mismo modo que el Arcángel Rafael, alias Azarías, fue un pilar, una referencia social y espiritual para Tobías, que pudo así cumplir su misión de hijo y futuro padre. El largo camino de iniciación de nuestros jóvenes desde África hasta la edad adulta ya es fructífero y lo será aún más si están acompañados por figuras significativas y personas de confianza como Azarías, verdaderos ángeles de la guarda, compañeros de Emaús, capaces -como en nuestras casas de formación y en nuestras instituciones- de educar, formar y acompañar. Además de servir a la unidad, a la identidad salesiana y a la plenitud apostólica dentro de la congregación salesiana con todos sus talentos, los Hermanos Salesianos desempeñan un papel muy importante como guías y mentores de los jóvenes que aún están buscando su lugar en el mundo – una figura similar a la de Zatti o Rafael que puede ser vista como un padre espiritual.