John Lee Tae Seok (1962-2010), un salesiano del que se volverá a hablar

John Lee Tae Seok, también conocido como «el p. Jolly», (don Alegre) fue un salesiano coreano que dedicó su vida a atender a los más pobres y sufrientes, especialmente en Sudán del Sur.Aunque su vida fue desgraciadamente corta, dejó una huella indeleble en los corazones de las personas que conoció gracias a su compromiso como médico, educador y hombre de fe.Su legado sigue inspirando a miles de personas en todo el mundo.

Infancia y raíces de su vocación
Yohan Lee Tae Seok (John Lee) nació el 19 de septiembre de 1962 en Busan, una ciudad del sur de Corea del Sur. Era el noveno de diez hermanos, cuatro varones y seis mujeres, en una familia profundamente católica (un hermano, Tae-Young Lee, se hizo fraile franciscano y una hermana, Cristina, se consagró en el Movimiento de los Focolares).
Ya de joven dio muestras de un extraordinario liderazgo y una inclinación hacia el servicio a los demás. Asistía diariamente a misa y estaba dotado para la música. A los diez años perdió a su padre, y su madre se convirtió en su punto de referencia, apoyándole en su camino de fe y en sus estudios.
A pesar de su deseo de hacerse sacerdote a los quince años, su madre le convenció para que siguiera estudiando medicina.
En 1987, tras licenciarse con matrícula de honor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Inje, John empezó a trabajar como médico militar durante su servicio militar obligatorio. Fue durante este tiempo cuando conoció a los salesianos a través de un capellán militar, un encuentro que cambiaría su vida para siempre. Decidido a seguir la vocación salesiana, John intentó durante meses comunicar su decisión a su madre, sin éxito.
Él mismo lo cuenta:

Fue María Auxiliadora quien tomó cartas en el asunto.Había decidido embarcarme en la vida salesiana con gran alegría, pero estaba ansioso por comunicar mi decisión a mi madre.Como mi padre había fallecido cuando yo tenía diez años, mi madre había tenido que esforzarse mucho para que yo estudiara medicina.Y gracias a sus muchos sacrificios, había podido convertirme en médico.Debería haber empezado a ayudar a mi madre para recompensarla por los sacrificios que había hecho sin echarme nada en cara.Por eso me resultaba tan difícil comunicarle mi decisión.Me resultaba casi imposible decírselo.
Lo había intentado muchas veces, pero nunca lo había conseguido porque, mirándola, me faltaba valor.Incluso intenté decírselo a una de mis hermanas con la que hablaba de todo sin problemas y a la que le confiaba todo.Pero no podía.Así que pasaron meses sin que pudiera decir nada.
Pero llegó un hermoso día.Fui a ver a mi hermana para intentarlo de nuevo, pero me quedé sin palabras: mi hermana ya lo sabía todo sobre mi decisión.Un sueño la noche anterior se lo había explicado todo.Me gustaría contarte el contenido del sueño, pero no puedo sin el permiso del obispo.De todos modos, mi hermana le contó a mi madre su sueño y todas mis dificultades se desvanecieron en un instante.
No había pensado en la ayuda directa de María Auxiliadora hasta que escuché, por primera vez, del maestro de novicios que todas las vocaciones salesianas están ligadas a María Auxiliadora.
No había pedido ayuda a María.María se había dado cuenta de mi dificultad y me ayudó de forma silenciosa y discreta.Esta fue la primera experiencia de María que pude tener.Para mí, esta experiencia tuvo un valor inestimable porque me permitió comprender la realidad de “María Auxiliadora” y aprender la actitud que debemos tener cuando ayudamos a los demás: es decir, estar atentos a las necesidades de los demás y dispuestos a prestarles la ayuda que necesitan.A partir de entonces pude hablar a los chicos con certeza de la presencia de María Auxiliadora».

La vocación salesiana y el servicio a los pobres
Comenzó el noviciado el 24 de enero de 1993 e hizo su primera profesión el 30 de enero de 1994.
Después de dos años de filosofía en la Universidad Católica de Gwangju, hace las prácticas en la Casa Salesiana de Dae Rim Dong, en Seúl. Allí se ocupó de unos 80 chicos en situación de riesgo, con mucha creatividad en el aula y en el patio. Enseñó a esta clase de chicos difíciles, que aprendieron -a los 18 años- a escribir el alfabeto coreano. Con sus dotes musicales, hizo que estos chicos cantaran todos los domingos por la noche un Tantum Ergo en latín, con un ritmo pop compuesto por él.

Continua sus estudios de teología.
Enviado a Roma para estudiar en la Pontificia Universidad Salesiana en 1997, conoció a un misionero, el Hermano Comino, que había servido durante 20 años en Corea del Sur y luego fue enviado a Sudán en 1991, momento en el que se encontraba de vacaciones. Al contarle su experiencia misionera, fortaleció el deseo de John Lee de convertirse en misionero.
Ver la película “Molokai”, un filme biográfico sobre el padre Damian, un misionero belga que trabajó en el asentamiento de leprosos de Kalaupapa, en la isla hawaiana de Molokai, le motivó aún más a comprometerse a vivir como el padre Damián.
Durante las vacaciones de 1999 hizo una experiencia misionera en Kenia y conoció al padre James Pulickal, salesiano de origen indio que trabajaba en Tonj, Sudán del Sur. Visitó Tonj cuando aún duraba la guerra, quedó profundamente impresionado y decidió dedicar su vida a los niños pobres de Tonj. Este pequeño pueblo de Sudán del Sur, destruido por la guerra civil, donde conoció a leprosos y pobres, cambió su vida para siempre.
Tras ordenarse sacerdote en 2001, John Lee regresó a Tonj, decidido a servir a la población local como médico, sacerdote y salesiano, y a tratar a los enfermos como si fueran Jesús. Se unió a la comunidad salesiana de Tonj, formada por hermanos de distintas nacionalidades, con el objetivo de reconstruir -después de la guerra- la comunidad cristiana, el oratorio, las escuelas y los puestos de misión en los pueblos de los alrededores.

La misión en Sudán del Sur: Tonj, un pequeño milagro
Las condiciones tras la guerra eran muy malas. Esto impulsó al P. John Lee Tae Seok a trabajar para mejorar la vida de los aldeanos. En primer lugar, abrió una pequeña clínica, que rápidamente se convirtió en el único centro médico disponible en una extensa zona. Trataba todo tipo de enfermedades, a menudo con medios limitados, pero con inmensa dedicación. Además de proporcionar atención médica inmediata, se comprometió a largo plazo a educar a la población local sobre la prevención de enfermedades y la higiene, temas que los lugareños desconocían en gran medida debido a su falta de educación.

Además de médico, Lee Tae Seok fue un educador incansable. Fundó una escuela para los niños de la aldea, donde no sólo enseñaba materias escolares, sino también valores de coexistencia pacífica y respeto mutuo, esenciales en un contexto posconflicto como el de Sudán del Sur. Gracias a su pasión por la música, también enseñó a los niños a tocar instrumentos musicales, creando una banda que se hizo famosa en la región. La banda no sólo ofrecía a los jóvenes una forma de expresarse, sino que también contribuía a crear un sentimiento de comunidad y esperanza en el futuro.

Un médico con corazón de sacerdote
La labor de John Lee Tae Seok no se limitó a la medicina y la educación. Como sacerdote, su principal objetivo era llevar esperanza espiritual a una población que había experimentado años de sufrimiento. Celebraba misa con regularidad, administraba los sacramentos y ofrecía consuelo espiritual a quienes lo habían perdido todo a causa de la guerra. Su profunda fe era evidente en todos los aspectos de su trabajo, y su presencia aportaba una sensación de paz y esperanza incluso en los momentos más difíciles.
Uno de los aspectos más admirables de su misión era su capacidad para ver la dignidad en cada persona, independientemente de su condición social o estado de salud. Trataba a los enfermos con inmenso respeto y dedicaba su tiempo a cualquiera que necesitara ayuda, incluso cuando estaba agotado por las largas horas en la clínica o la falta de recursos. Esta profunda compasión no pasó desapercibida: la gente del pueblo lo consideraba no sólo un médico y un sacerdote, sino un verdadero amigo y hermano.

La lucha contra la enfermedad y su legado
A pesar de su incansable labor y del amor que brindaba a los demás, el propio John Lee Tae Seok se vio afectado por una grave enfermedad. Durante su estancia en Sudán del Sur, empezó a mostrar signos de una enfermedad avanzada, que más tarde resultó ser cáncer de colon. Cuando se le diagnosticó la enfermedad, ya estaba en una fase avanzada, pero Lee Tae Seok continuó con su trabajo todo el tiempo que pudo, negándose a abandonar a la gente que dependía de él.

El 14 de enero de 2010, con sólo 47 años, John Lee Tae Seok falleció en Seúl, Corea del Sur, tras trece meses de lucha contra el cáncer. La noticia de su muerte dejó un profundo vacío en la comunidad Tonj y entre todos los que le habían conocido. Su funeral fue un acontecimiento conmovedor, al que asistieron miles de personas para honrar a un hombre que había dedicado su vida al servicio de los demás.
A pesar de su prematura muerte, el legado de John Lee Tae Seok sigue vivo. Sus últimas palabras fueron una invitación a perseguir sus sueños para Tonj: “No podré realizar mis sueños para Tonj, pero por favor, perseguidlos”. La clínica que fundó en Tonj prosigue sus actividades, y muchas de las personas a las que formó, tanto en el campo médico como en el educativo, continúan su labor. La banda que creó sigue tocando y alegrando la vida de la gente.

Testimonios
El padre Václav KLEMENT, salesiano, que fue su superior (misionero en Corea del Sur de 1986 a 2002), nos cuenta:

“Durante los últimos 22 años, desde que la obediencia me ha llevado a tantos países de Asia Oriental-Oceanía y de todo el mundo salesiano, he visto tantos pequeños «milagros» que don John Lee ha realizado a través de la película («No llores por mí, Sudán» y otras), sus escritos («Los rayos del sol en África siguen siendo tristes» y «¿Quieres ser mi amigo?») o las diversas publicaciones que cuentan la historia de su vida.

Un joven estudiante de secundaria en Japón dio el paso hacia el catecumenado después de ver la película «No llores por mí, Sudán», un catecúmeno tailandés -en camino hacia el bautismo- fue «confirmado» en su fe gracias al testimonio de la vida alegremente sacrificada del P. John Lee. Un joven salesiano vietnamita, que disfrutaba de toda la felicidad en su «zona de confort», fue despertado y motivado para la vida misionera por la misma película «No llores por mí, Sudán». Sí, hay muchos cristianos y no cristianos que han sido despertados, confirmados en la fe o inspirados para un camino vocacional gracias a don John Lee.
Los Salesianos de la Inspectoría de Corea han comenzado una nueva presencia salesiana en Busan, la ciudad natal del P. John Lee. En 2020 abrieron una nueva comunidad con sede en el “Fr John Lee Memorial Hall» de Busan, justo en el barrio donde John nació en 1962. El edificio de cuatro plantas, construido por el gobierno local de Busan-Seogu, ha sido confiado a los Salesianos de Don Bosco. Así, la historia del P. John Lee es contada por sus cohermanos salesianos inmersos en la vida del barrio que acogen a muchos jóvenes y fieles para acercarlos al testimonio radiante de la vida misionera”.

Impacto internacional y legado espiritual
La espiritualidad de don. John Lee estaba profundamente vinculada a María Auxiliadora. Interpretó muchos acontecimientos de su vida como signos de la presencia maternal de María. Esta devoción también influyó en su enfoque del servicio: ayudar a los demás en silencio y discretamente, estar atento a las necesidades de los demás y dispuesto a ofrecer apoyo.
El P. John Lee Tae Seok encarnó plenamente el espíritu salesiano, dedicando su vida a los jóvenes y a los pobres, siguiendo el ejemplo de Don Bosco. Su capacidad para combinar medicina, educación y espiritualidad le convirtió en una figura única, capaz de dejar una huella duradera en una tierra marcada por el sufrimiento.
Su obra continúa en la “John Lee Foundation”, que sigue apoyando las obras salesianas en Sudán.

Su memoria ha sido inmortalizada en numerosos premios y documentales internacionales. En 2011, tras su muerte, el Ministerio de Administración Pública y Seguridad de Corea del Sur -por recomendación del público- le concedió un premio, junto a otras personas que contribuyeron a la sociedad con su trabajo voluntario, donaciones y buenas acciones contra viento y marea. El galardón es el más elevado, el de la Orden Mugunghwa.
El 9 de septiembre de 2010, la cadena de televisión coreana KBS rodó una película sobre su labor en Tonj, titulada «Don’t Cry For Me Sudan». El documental llegó al corazón de cientos de miles de personas y ayudó a dar a conocer a don John Lee y su misión en todo el mundo.
En 2018, el ministro de Educación de Sudán del Sur, Deng Deng Hoc Yai, introdujo el estudio de la vida de don John Lee en los libros de texto de estudios sociales para las escuelas primarias y en dos páginas del libro de texto de ciudadanía para las escuelas medias. Es la primera vez que los libros de texto de Sudán del Sur incluyen la historia de un extranjero por su servicio voluntario en el país.
El éxito del documental “No llores por mí, Sudán” animó a los productores a continuar. El 9 de septiembre de 2020, el director Soo-Hwan Goo presentó un nuevo documental titulado «Resurrección», que sigue la historia de los alumnos de Lee una década después de su muerte y presenta a unos setenta de ellos, tanto en la República de Sudán del Sur como en Etiopía.

John Lee Tae Seok fue un ejemplo vivo de amor y solidaridad cristianos. Su vida nos enseña que incluso en las circunstancias más difíciles, con fe y dedicación, podemos marcar la diferencia en el mundo. Los sueños de John para Tonj siguen vivos gracias a quienes, inspirados en su figura, trabajan para construir un futuro mejor para los más pobres y necesitados.

Un salesiano del que se volverá a hablar.