Las “Estaciones romanas” son una antigua tradición litúrgica que, durante la Cuaresma y la primera semana del Tiempo de Pascua, asocia cada día a una iglesia específica de Roma, dentro de un camino de peregrinación. El término “statio” (del latín stare, detenerse) remite a la idea de una pausa comunitaria para la oración y la celebración. En siglos pasados, el Papa y los fieles se movían en procesión desde la iglesia llamada “collecta” hasta la estación del día, donde se celebraba la Eucaristía. Este rito, aunque tiene raíces en los primeros siglos del cristianismo, conserva su vitalidad incluso hoy, cuando la indicación de la iglesia estacional figura aún en los libros litúrgicos. Es un verdadero peregrinaje entre las basílicas y los santuarios de la Ciudad Eterna que se puede realizar en este año jubilar no solo como un camino de conversión, sino también como un testimonio de fe.
Origen y difusión
Los orígenes de las Estaciones romanas se remontan al menos al siglo III, cuando la comunidad cristiana aún sufría persecuciones. Los primeros testimonios hacen referencia al Papa Fabiano (236-250) que se dirigía a los lugares de culto surgidos cerca de las catacumbas o las sepulturas de los mártires, distribuyendo a los necesitados lo que los fieles ofrecían como limosna y celebrando la Eucaristía. Esta costumbre se fortaleció en el siglo IV, con la libertad de culto sancionada por Constantino: surgieron grandes basílicas, y los fieles comenzaron a reunirse en días precisos para celebrar la Misa en los sitios vinculados a la memoria de los santos. Con el paso del tiempo, el itinerario adquirió un carácter más orgánico, creando un verdadero calendario de estaciones que tocaban los diferentes barrios de Roma. La dimensión comunitaria – con la presencia del obispo, del clero y del pueblo – se convirtió así en un signo visible de comunión y de testimonio de la fe.
Fue el Papa Gregorio Magno (590-604) quien dio estructura y regularidad al uso de las Estaciones, especialmente en Cuaresma. Estableció un calendario que, día tras día, asignaba a una iglesia específica la celebración principal. Su reforma no nació de la nada, sino que organizó una práctica ya existente: Gregorio quiso que la procesión partiera de una iglesia menor (collecta) y concluyera en un lugar más solemne (statio), donde el pueblo, unido al Papa, celebraba los ritos penitenciales y la Eucaristía. Era una forma de prepararse para la Pascua: el propio camino que indicaba el peregrinaje terrenal hacia la eternidad, las iglesias que con su arquitectura sagrada y las obras de arte desempeñaban una función pedagógica en una época en la que no todos podían leer o acceder a libros, las reliquias de los mártires conservadas en esas iglesias testimoniaban la fe vivida hasta dar la vida y su intercesión traía gracias a quienes las solicitaban, la celebración del Sacrificio de la Misa santificaba a los fieles participantes.
A lo largo de la Edad Media, la práctica de las Estaciones romanas se difundió cada vez más, convirtiéndose no solo en un evento eclesial, sino también en un fenómeno social de gran relevancia. Los fieles, de hecho, que provenían de las diferentes regiones de Italia y de Europa, se unían a los romanos para participar en estos encuentros litúrgicos.
Estructura de la celebración estacional
El elemento característico de estas celebraciones era la procesión. Por la mañana, los fieles se reunían en la iglesia de la collecta, donde, después de un breve momento de oración, se dirigían en cortejo hacia la iglesia estacional, entonando letanías y cantos penitenciales. Al llegar a destino, el Papa o el prelado encargado presidía la Misa, con lecturas y oraciones propias del día. El uso de las letanías tenía un fuerte sentido espiritual y pedagógico: mientras se caminaba físicamente por las calles, se oraba por las necesidades de la Iglesia y del mundo, invocando a los santos de Roma y de toda la cristiandad. La celebración culminaba en la Eucaristía, confiriendo a esta “pausa” un valor sacramental y de comunión eclesial.
La Cuaresma se convirtió en el tiempo privilegiado para las Estaciones, desde el Miércoles de Ceniza hasta el Sábado Santo o, según algunas costumbres, hasta el segundo domingo después de Pascua. Cada día estaba marcado por una iglesia designada, elegida a menudo por la presencia de reliquias importantes o por su historia particular. Ejemplos notables incluyen Santa Sabina en el Aventino, donde generalmente comienza el rito del Miércoles de Ceniza, y Santa Cruz en Jerusalén, vinculada al culto de las reliquias de la Cruz de Cristo, meta tradicional del Viernes Santo. Participar en las Estaciones cuaresmales significa entrar en un peregrinaje diario, que une a los fieles en un camino de penitencia y conversión, sostenido por la devoción hacia los mártires y los santos. Cada iglesia cuenta una página de historia, ofreciendo imágenes, mosaicos y arquitecturas que comunican el mensaje evangélico en forma visual.
Uno de los rasgos más significativos de esta tradición es el vínculo con los mártires de la Iglesia de Roma. En el período de las persecuciones, muchos cristianos encontraron la muerte a causa de su fe; en la época constantiniana y posterior, sobre sus sepulcros se erigieron basílicas o capillas. Celebrar una statio en estos lugares significaba evocar el testimonio de quienes habían dado la vida por Cristo, reforzando la convicción de que la Iglesia se edifica también sobre la sangre de los mártires. Cada visita litúrgica se convertía así en un acto de comunión entre los fieles de ayer y los de hoy, unidos por el sacramento de la Eucaristía. Este “peregrinaje en la memoria” conectaba el camino cuaresmal con una historia de fe transmitida de generación en generación.
Del declive al redescubrimiento
En la Edad Media y en los siglos posteriores, la práctica de las Estaciones conoció vicisitudes alternas. A veces, debido a epidemias, invasiones o situaciones políticas inestables, se redujo o suspendió. Los libros litúrgicos, sin embargo, continuaron indicando las iglesias estacionales para cada día, señal de que la Iglesia conservaba al menos el recuerdo simbólico. Con la reforma litúrgica tridentina (siglo XVI), la centralidad del Papa en tales celebraciones se hizo menos frecuente, pero el uso de citar la iglesia estacional permaneció en los textos oficiales. Con el renovado interés por la historia y la arqueología cristiana, la tradición estacional fue redescubierta y propuesta como un camino de formación espiritual.
En la época moderna, especialmente a partir de León XIII (1878-1903) y posteriormente con los papas del siglo XX, se ha asistido a un creciente interés por la recuperación de esta tradición. Varias órdenes religiosas y asociaciones laicales han comenzado a promover el redescubrimiento del “peregrinaje de las estaciones”, organizando momentos comunitarios de oración y de catequesis en las iglesias designadas.
Hoy, en una época caracterizada por la frenética velocidad, la statio propone redescubrir la dimensión de la “pausa”: detenerse para orar, contemplar, escuchar, hacer silencio y encontrar al Señor. La Cuaresma es por definición un tiempo de conversión, de oración más intensa y de caridad hacia el prójimo: realizar un itinerario entre las iglesias de Roma, aunque solo sea en algunos días significativos, puede ayudar al fiel a redescubrir el sentido de una penitencia vivida no como una renuncia por sí misma, sino como una apertura al misterio de Cristo.
Aún hoy, en el Calendario Romano, encontramos indicada la iglesia estacional para cada día: esto recuerda la unidad del pueblo de Dios, reunido en torno al sucesor de Pedro, y la memoria de los santos que han dedicado su vida al Evangelio. Quien participe en estas liturgias – incluso de forma ocasional – descubre una ciudad que no es solo un museo al aire libre, sino un lugar donde la fe se ha expresado de manera original y duradera.
Quien desee redescubrir el profundo sentido de la Cuaresma y de la Pascua, puede dejarse guiar por el itinerario estacional, uniendo su voz a la de los cristianos de ayer y de hoy en el gran coro que conduce a la luz pascual.
Presentamos a continuación el itinerario de las Estaciones Romanas, acompañado de la lista de las iglesias y su ubicación geográfica. Es importante notar que el orden de la lista permanece inalterado cada año; solo varía la fecha de inicio de la Cuaresma y, en consecuencia, las fechas posteriores. Deseamos un fructífero peregrinaje a quienes deseen recorrer, aunque solo sea en parte, este camino en el año jubilar.
Estación romana |
Mártires y santos custodiados o reliquias |
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1 |
X |
Santa Sabina y Santa Serapia, mártir († 126); Santos Alejandro, Evencio y Teódulo, mártires |
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2 |
J |
San Jorge, mártir († 303) |
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3 |
V |
Santos Juan y Pablo, mártires († 362); San Pablo de la Cruz († 1775), fundador de la Congregación de la Pasión de Jesucristo (los Pasionistas) |
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4 |
S |
Santa Mónica († 387), madre de San Agustín; reliquias de San Agustín († 430) |
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5 |
D |
Las cabezas de San Pedro y San Pablo: estas reliquias se custodian en bustos de plata situados sobre el altar papal, visibles a través de una reja dorada; la Escalera Santa (en la cercana capilla del Sancta Sanctorum); la Mesa de la Última Cena – la mesa sobre la que se celebró la Última Cena, según la tradición (reliquia significativa que se encuentra en el altar del Santísimo Sacramento) |
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6 |
L |
Cadenas de San Pedro; reliquias atribuidas a los Siete Hermanos Macabeos, personajes del Antiguo Testamento venerados como mártires |
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7 |
M |
Santa Anastasia en el Palatino |
Santa Anastasia de Sirmio († 304); reliquias del Santo Manto de San José; parte del Velo de la Virgen María |
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8 |
X |
El Madero Sagrado del Pesebre (el pesebre del Niño Jesús); Panniculum (un pequeño trozo de tela, parte de los pañales con que fue envuelto el recién nacido Jesús); San Mateo, apóstol († 70 o 74); San Jerónimo († 420); San Pío V, papa († 1572) |
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9 |
J |
Lugar del martirio de San Lorenzo († 258); San Lorenzo, mártir; Santa Crispina, mártir († 304); Santa Brigida de Suecia († 1373) |
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10 |
V |
San Felipe, apóstol († 80); Santiago el Menor, apóstol († 62); Santos Crisanto y Daria, mártires († c. 283) |
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11 |
S |
San Pedro († 67); San Lino († 76); San Cleto († 92); San Evaristo († 105); San Alejandro I († 115); San Sixto I († 126–128); San Telesforo († 136); San Igino († 140); San Pío I († 155); San Aniceto († 166); San Eleuterio († 189); San Víctor I († 199); San Juan Crisóstomo († 407, partes, en la Capilla del Coro); San León I, el Magno († 461); San Simplicio († 483); San Gelasio I († 496); San Simaco († 514); San Hormisda († 523); San Juan I († 526); San Félix IV († 530); San Agapito I († 536); San Gregorio I, el Magno († 604); San Bonifacio IV († 615); San Eugenio I († 657); San Vitaliano († 672); San Agatón († 681); San León II († 683); San Benedicto II († 685); San Sergio I († 701); San Gregorio II († 731); San Gregorio III († 741); San Zacarías († 752); San Pablo I († 767); San León III († 816); San Pascual I († 824); San León IV († 855); San Nicolás I († 867); San León IX († 1054); Beato Urbano II († 1099); Beato Inocencio XI († 1689); San Pío X († 1914); San Juan XXIII († 1963); San Pablo VI († 1978); Beato Juan Pablo I († 1978); San Juan Pablo II († 2005); fragmento de la cruz de San Andrés; lanza de San Longino; fragmento de la Cruz de Cristo |
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12 |
D |
San Lorenzo, mártir († 258); Santa Ciriaca, mártir |
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13 |
L |
San Clemente I, papa y mártir († 101); San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir († c. 110); San Cirilo († 869), apóstol de los eslavos |
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14 |
M |
Santa Balbina, virgen y mártir († 130); San Felicísimo y San Quirino (su padre) asociados al martirio de Santa Balbina |
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15 |
X |
Santa Cecilia († 230); San Valeriano, esposo de Cecilia, convertido al cristianismo y martirizado († 229); San Tiburcio, hermano de Valeriano y compañero en el martirio; San Máximo, el soldado o funcionario encargado de la ejecución de Valeriano y Tiburcio, que luego se convirtió y fue martirizado a su vez; Papa Urbano I (c. † 230), quien habría bautizado a Cecilia y a su esposo Valeriano |
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16 |
J |
San Julio I, papa († 352); San Calixto I, papa mártir (c. † 222); Santos Florentino, Corona, Sabino y Alejandro, mártires |
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17 |
V |
Santos Vitale († 304), Valeria (siglo II), Gervasio y Protasio (siglo II) |
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18 |
S |
San Pedro y San Marcelino en Letrán |
Santos Marcelino y Pedro, mártires († 304); Santa Marcia, mártir asociada a los santos Marcelino y Pedro |
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19 |
D |
San Lorenzo († 258); Santo Esteban, protomártir (siglo I); Santo Hipólito († siglo III); San Justino, mártir († 167); Papa San Sixto III († 440); Papa San Zósimo († 418); Beato Pío IX, papa († 1878) |
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20 |
L |
San Marcos en el Capitolio |
San Marcos, el evangelista y mártir (siglo I); Papa San Marcos († 336); Santos Abdón y Sennen, mártires persas (siglo III) |
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21 |
M |
Santa Pudenciana, mártir (siglo II); Santa Práxedes, su hermana (siglo II) |
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22 |
X |
San Sixto (San Nereo y San Aquileo) |
San Sixto I, papa († 125); Santos Nereo y Aquileo († 300); Santa Flavia Domitila, mártir (siglo I) |
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23 |
J |
Santos Cosme y Damián, médicos y mártires († 303); Santos Antimo y Leoncio, hermanos y mártires |
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24 |
V |
La reja de San Lorenzo sobre la cual se dice que el santo fue asado vivo; un vaso que contiene la carne quemada de San Lorenzo |
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25 |
S |
Santa Susana, virgen y mártir († 294) |
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26 |
D |
Fragmentos de la Vera Cruz, parte del Titulus Crucis (la inscripción “I.N.R.I.”); clavos de la crucifixión y algunas espinas de la Corona; un fragmento de la cruz del Buen Ladrón, san Dimas; la falange de San Tomás Apóstol (siglo I) |
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27 |
L |
Santos Castorio, Sinfroniano, Claudio y Nicostrato, mártires (siglo IV) |
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28 |
M |
San Lorenzo, mártir († 258); San Damaso, papa y mártir († 384); Juan y Faustino, mártires |
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29 |
X |
San Pablo, apóstol († 67); la cadena de San Pablo; el bastón de San Pablo |
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30 |
J |
San Silvestre y San Martín en los montes |
Santos Artemio, Paulina y Sisinnio, mártires; Beato Ángel Paoli († 1720) |
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31 |
V |
San Eusebio en el Esquilino |
San Eusebio, presbítero y mártir († 353); Santos Orosio y Paulino, sacerdotes y mártires |
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32 |
S |
San Nicolás de Bari († 270); Santos Marcelino y Faustino, mártires († 250) |
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33 |
D |
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34 |
L |
San Crisógono, mártir († 303); Santa Anastasia, mártir († 250); San Rufus, mártir (siglo I); Beata Anna Maria Taigi († 1837) |
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35 |
M |
Santa María en la Vía Lata |
San Agapito, mártir († 273); Santos Hipólito y Darío, mártires (siglo IV); fragmento de la Vera Cruz |
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36 |
X |
San Marcello I, papa († 309); Santa Digna y Santa Emerita, mártires |
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37 |
J |
San Apolinar (siglo II); Santos Eustracio, Bardario, Eugenio, Orestes y Eusencio, mártires |
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38 |
V |
San Esteban, protomártir († 36); Santos Primo y Feliciano, mártires († 303); fragmentos de la Vera Cruz |
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39 |
S |
San Juan en la Puerta Latina |
Fragmentos óseos o pequeños relicarios que contienen partes del cuerpo u objetos personales atribuidos a San Juan Evangelista († 98); Santos Gordiano y Epímaco, mártires (siglo IV) |
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40 |
D |
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41 |
L |
Santa Práxedes, mártir (siglo II); Santa Pudenciana, mártir (siglo II); Santa Victoria, mártir († 253); Columna de la Flagelación |
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42 |
M |
Santa Prisca, una de las primeras mártires cristianas (siglo I); Santos Aquila y Priscila, esposos cristianos; fragmentos de la Vera Cruz |
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X |
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J |
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50 |
X |
San Lorenzo, mártir († 258); Santo Esteban, protomártir († 36); San Sebastián, mártir († 288); San Francisco de Asís († 1226); Papa San Zósimo († 418), Papa San Sixto III († 440), Papa San Hilario († 468), Papa San Damaso II († 1048); Beato Pío IX, papa († 1878); fragmentos de la Vera Cruz |
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J |
San Felipe, apóstol († 80); Santiago el Menor († 62) |
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V |
San Longino, soldado romano que atravesó el costado de Jesucristo durante la crucifixión (siglo I); Santa Bibiana, mártir († 362–363); Santa Lucía, mártir († 304); San Rasio y San Anastasio, mártires; durante la consagración de la iglesia en el año 609 d.C. por el Papa Bonifacio IV, se transfirieron aquí, desde los cementerios romanos, los huesos de nada menos que 28 grupos de mártires |
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53 |
S |
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D |
San Pancracio, mártir († 304); fragmentos de la Vera Cruz |