Una noche, Don Bosco, entristecido por cierta indisciplina general que se notaba en el Oratorio de Valdocco entre los muchachos que estaban dentro, vino, como de costumbre, a decirles unas palabras después de la oración de la tarde. Se detuvo un momento en silencio sobre el pequeño pupitre, en la esquina de los soportales, donde solía dar a los jóvenes las llamadas “Buenas noches”, que consistían en un breve sermón vespertino. Mirando a su alrededor, dijo:
– No estoy contento con vosotros. Es todo lo que puedo decir esta noche.
Y descendió de su silla, escondiendo las manos en las mangas de su túnica, para no dejarse besar, como solían hacer los jóvenes antes de irse a descansar. Luego subió lentamente las escaleras hasta su habitación sin decir palabra a nadie. Aquella manera suya producía un efecto mágico. Se oyeron algunos sollozos reprimidos entre los jóvenes, muchos rostros se llenaron de lágrimas y todos se fueron a dormir pensativos, convencidos de haber disgustado no sólo a Don Bosco, sino también al Señor (MB IV, 565).
El toque de la tarde
El salesiano Don Juan Gnolfo en su estudio: Las “Buenas Noches” de Don Bosco, señala que la mañana es el despertar de la vida y de la actividad, la tarde en cambio es propicia para sembrar en la mente de los jóvenes una idea que germina en ellos incluso en el sueño. Y con una atrevida comparación se refiere incluso al “tañido vespertino” de Dante:
Era ya la hora que vuelve el deseo
a los marineros y enternece el corazón…
Es precisamente a la hora de la oración vespertina cuando Alighieri describe, de hecho, en el octavo Canto del «Purgatorio», a los Reyes en un pequeño valle mientras cantan el himno de la Liturgia de las Horas Te lucis ante terminum… (Antes que termine la luz, oh Dios, te buscamos, para que nos guardes).
¡Momento entrañable y sublime el de las “Buenas noches” de Don Bosco! Comenzaba con la alabanza y la oración de la noche y terminaba con sus palabras que abrían el corazón de sus hijos a la reflexión, a la alegría y a la esperanza. Realmente le importaba ese encuentro nocturno con toda la comunidad de Valdocco. El P. G. B. Lemoyne remonta su origen a Mamá Margarita. La buena madre, al acostar al primer niño huérfano que llegó de Val Sesia, le hizo algunas recomendaciones. De ahí derivaría en los colegios salesianos la hermosa costumbre de dirigir breves palabras a los jóvenes antes de enviarlos a descansar (MB III, 208-209). Don E. Ceria, citando las palabras del Santo al recordar los primeros tiempos del Oratorio: “Comencé a dar un sermón muy breve por la noche después de las oraciones” (MO, 205), piensa más bien en una iniciativa directa de Don Bosco. Sin embargo, si el P. Lemoyne aceptó la idea de algunos de los primeros discípulos, fue porque pensó que las «Buenas Noches» de Mamá Margarita cumplían emblemáticamente el propósito de Don Bosco al introducir esa costumbre (Anales III, 857).
Características de las “Buenas Noches”
Una característica de las “Buenas Noches” de Don Bosco era el tema que trataba: un hecho de actualidad que impactara, algo concreto que creara suspenso y permitiera también preguntas de los oyentes. A veces él mismo hacía preguntas, estableciendo así un diálogo muy atractivo para todos.
Otras características eran la variedad de temas tratados y la brevedad del discurso para evitar la monotonía y el consiguiente aburrimiento de los oyentes. Sin embargo, Don Bosco no siempre era breve, sobre todo cuando relataba sus famosos sueños o los viajes que había realizado. Pero solían ser discursos de pocos minutos.
No se trataba, en definitiva, ni de sermones ni de lecciones escolares, sino de breves palabras afectuosas que el buen padre dirigía a sus hijos antes de enviarlos a descansar.
Las excepciones a la regla causaban, por supuesto, una enorme impresión, como ocurrió la tarde del 16 de septiembre de 1867. Después de haber intentado todos los medios de corrección por parte de los superiores, algunos muchachos resultaron ser incorregibles y constituían un escándalo para sus compañeros.
Don Bosco tomó la pequeña cátedra. Comenzó citando el pasaje evangélico en el que el Divino Salvador pronuncia palabras terribles contra los que escandalizan a los niños. Recordó las serias amonestaciones que había hecho repetidamente a aquellos escandalosos, los beneficios que habían obtenido en el colegio, el amor paterno con que se les había rodeado, y luego continuó:
“Ellos creen que no son conocidos, pero yo sé quiénes son y podría nombrarlos en público. Si no los nombro, no piensen que no soy plenamente consciente de ellos…. Que, si quisiera nombrarlos, podría decir: Eres tú, o A… (y pronunciar nombre y apellido) un lobo que merodea entre sus camaradas y los aleja de los superiores ridiculizando sus advertencias… Eres tú, oh B… un ladrón que con tus discursos mancha la inocencia de los demás… Eres tú, oh C… un asesino que con ciertas figuras, con ciertos libros, arranca a sus hijos del lado de María… Eres tú o D… un demonio que estropea a sus compañeros y les impide asistir a los Sacramentos con tus burlas…”.
Se nombraron seis. La voz de Don Bosco era tranquila. Cada vez que pronunciaba un nombre, se oía un grito ahogado del culpable que resonaba en medio del hosco silencio de los atónitos compañeros.
Al día siguiente, algunos fueron enviados a casa. Los que se quedaron cambiaron de vida: ¡el “buen padre” Don Bosco no era un buen hombre! Y excepciones de este tipo confirman la regla de su «Buenas noches».
La clave de la moralidad
No en vano, un día de 1875, Don Bosco, ante quienes se asombraban de que en el Oratorio no hubiera ciertos desórdenes de los que se quejaban en otros colegios, enumeró los secretos puestos en práctica en Valdocco, y entre ellos señaló el siguiente: “Un poderoso medio de persuasión para el bien es dirigir a los jóvenes, cada noche después de las oraciones, dos palabras confidenciales. Así se corta la raíz de los desórdenes incluso antes de que surjan” (MB XI, 222).
Y en su precioso documento El Sistema Preventivo en la Educación de la Juventud, dejó escrito que las “Buenas Noches” del Director de la Casa podían llegar a ser “la clave de la moralidad, de la buena marcha y del éxito en la educación” (Constituciones de la Sociedad de San Francisco de Sales, p. 239-240).
Don Bosco hacía que sus jóvenes vivieran el día entre dos momentos solemnes, aunque fueran muy diferentes, por la mañana la Eucaristía, para que el día no apagara su ardor juvenil, por la tarde las oraciones y las “Buenas Noches” para que antes de dormir reflexionaran sobre los valores que iluminarían la noche.
La “noche buena”
🕙: 4 min.