La clarividente propuesta de Don Bosco para los “menores no acompañados” de Roma.
La historia de la iglesia del Sagrado Corazón de Roma, hoy basílica, bastante frecuentada por personas que apresuradas transitan por la antigua estación Termini. Una historia cargada de problemas y dificultades de todo tipo para Don Bosco mientras la iglesia estaba en construcción (1880-1887), pero también un motivo de alegría y satisfacción una vez terminada (1887). Menos conocida es, sin embargo, la historia del origen de la “casa de caridad y beneficencia capaz de albergar al menos a 500 jóvenes” que Don Bosco quería construir junto a la iglesia. Una obra, una reflexión de gran actualidad… ¡de hace 140 años! El propio Don Bosco nos la presentó en el número de enero de 1884 del Boletín Salesiano: “Hoy hay cientos y miles de niños pobres vagando por las calles y plazas de Roma, en peligro de fe y moral. Como ya ha señalado en otras ocasiones, muchos jóvenes, solos o con sus familias, vienen a esta ciudad no sólo de diversas partes de Italia, sino también de otras naciones, con la esperanza de encontrar trabajo y dinero; pero defraudadas sus expectativas, pronto caen en la miseria y en el riesgo de obrar mal y, en consecuencia, de ser llevados a las cárceles”.
Analizar la condición de los jóvenes en la “ciudad eterna” no era difícil: la preocupante situación de los “niños de la calle”, italianos o no, estaba a la vista de todos, de las autoridades civiles y eclesiásticas, de los ciudadanos romanos y de la multitud de “patanes” y extranjeros que habían llegado a la ciudad una vez declarada capital del Reino de Italia (1871). La dificultad radicaba en la solución que había que proponer y en la capacidad de ponerla en práctica una vez identificada.
Don Bosco, no siempre bien visto en la ciudad por su origen piamontés, propuso su solución a los Cooperadores: “El objetivo del Hospicio del Sagrado Corazón de Jesús sería acoger a jóvenes pobres y abandonados de cualquier ciudad de Italia o de cualquier otro país del mundo, educarlos en la ciencia y la religión, instruirlos en algún arte u oficio, y sacarlos así de la celda, para devolverlos a sus familias y a la sociedad civil como buenos cristianos, honrados ciudadanos, capaces de ganarse honrosamente la vida con su propio trabajo”.
Adelantarse a los tiempos
Acogida, educación, formación para el trabajo, integración e inclusión social: ¿no es éste el objetivo prioritario de todas las políticas juveniles en favor de los inmigrantes hoy en día? Don Bosco tenía a su favor la experiencia en este sentido: durante 30 años en Valdocco recibían a jóvenes de diversas partes de Italia, durante algunos años en las casas salesianas de Francia hubo hijos de inmigrantes italianos y de otras nacionalidades, desde 1875 en Buenos Aires los salesianos se ocuparon espiritualmente de inmigrantes italianos procedentes de diversas regiones de Italia (décadas más tarde también se interesarían por Jorge Mario Bergoglio, el futuro Papa Francisco, hijo de inmigrantes piamonteses).
La dimensión religiosa
Naturalmente a Don Bosco le interesaba sobre todo la salvación del alma de los jóvenes, que requería la profesión de la fe católica: “Extraecclesia nulla salus”, como se decía. Y de hecho escribió: “Otros, pues, tanto de la ciudad como extranjeros a causa de su pobreza están expuestos diariamente al peligro de caer en manos de los protestantes, que, por así decirlo, han invadido la ciudad de San Pedro, y tienden especialmente sus emboscadas a los jóvenes pobres y necesitados, y bajo la apariencia de proporcionarles alimento y ropa para sus cuerpos, esparcen el veneno del error y la incredulidad a sus almas”.
Esto explica cómo en su proyecto educativo en Roma, quisiéramos decir, en su “global compact on education”, Don Bosco no descuida la fe. Un camino de verdadera integración en una “nueva” sociedad civil no puede excluir la dimensión religiosa de la población. El apoyo papal viene muy bien: un estímulo suplementario “para las personas que aman la religión y la sociedad”: “Este Hospicio es muy querido por el Santo Padre León XIII, quien, mientras con celo apostólico se esfuerza por difundir la fe y la moral en todas las partes del mundo, no deja piedra sobre piedra en favor de los niños más expuestos al peligro. Por ello, este Hospicio debe ser querido en el corazón de todas las personas que aman la religión y la sociedad; debe ser especialmente querido en el corazón de nuestros Cooperadores, a quienes de manera especial el Vicario de Jesucristo confió la noble tarea del citado Hospicio y de la Iglesia anexa”.
Por último, en su llamamiento a la generosidad de los bienhechores para la construcción del Hospicio, Don Bosco no podía dejar de hacer una referencia explícita al Sagrado Corazón de Jesús, a quien estaba dedicada la iglesia anexa: “También podemos creer con certeza que este Hospicio será bien agradable al Corazón de Jesús… En la Iglesia anexa el divino Corazón será el refugio de los adultos, y en el Hospicio anexo se mostrará como el amigo cariñoso, el padre tierno de los niños. Tendrá en Roma cada día un grupo de 500 niños para hacerle una devota corona, rezarle, cantarle hosannas, pedirle su santa bendición”.
Nuevos tiempos, nuevas periferias
El hospicio salesiano, construido como escuela de artes y oficios y oratorio en las afueras de la ciudad – que en aquella época comenzaba en la Piazza della Repubblica -, fue absorbido más tarde por la expansión edilicia de la propia ciudad. La primitiva escuela para niños pobres y huérfanos se trasladó a un nuevo suburbio en 1930 y fue sustituida en etapas sucesivas por varios tipos de escuelas (elemental, media, gimnasio, liceo). También acogió durante un tiempo a estudiantes salesianos que asistían a la Universidad Gregoriana y a algunas facultades del Ateneo Salesiano. Siempre siguió siendo parroquia y oratorio, así como sede de la Inspectoría Romana. Durante mucho tiempo albergó algunas oficinas nacionales y ahora es la sede de la Congregación Salesiana: estructuras que han animado y animan las casas salesianas nacidas y crecidas en su mayoría en las periferias de cientos de ciudades, o en las “periferias geográficas y existenciales” del mundo, como dijo el Papa Francisco. Como el Sagrado Corazón de Roma, que aún conserva un pequeño signo del gran “sueño” de Don Bosco: ofrece primeros auxilios a los inmigrantes extracomunitarios y, con el “Banco de talentos” del Centro Juvenil, proporciona alimentos, ropa y artículos de primera necesidad a las personas sin hogar de la estación de Termini.
La inclusión social según Don Bosco
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