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(continuación del artículo anterior)

5) Ser auténtico
En la era digital, las personas auténticas son muy importantes. No presumen, no intentan encajar en un molde, se sienten cómodos con lo que son y no tienen miedo de mostrarlo. Expresan sus pensamientos y sentimientos con total honestidad, sin preocuparse por lo que puedan pensar los demás, creando un ambiente de honestidad y aceptación.
En sus Memorias, se recoge esta complacida afirmación: “Yo por todos los compañeros, incluso los mayores en edad y estatura, me temían por mi valor y mi gallarda fuerza”.
“Es inútil, diría a su vez don Cafasso, quiere hacerlo a su manera; sin embargo, hay que dejarle hacerlo; incluso cuando un proyecto sería desaconsejable, don Bosco lo consigue”; resentida por no haberle ganado para su causa, la marquesa Barolo le acusó de ser “terco, obstinado, orgulloso”.
Son buenos ladrillos. Sabe utilizarlos bien para construir una obra maestra.

Sencillez.
Muchas personas necesitan aparentar ser diferentes, parecer más fuertes de lo que son. Querer ser lo que no son.
Las flores simplemente florecen. Ligeras silenciosas son lo que son. La persona sencilla como los pájaros en el cielo. El canto a veces, silencio más a menudo, la vida siempre. Don Bosco vive como respira. Siempre es él. Nunca doble, nunca pretencioso, nunca complejo. La inteligencia no es enmarañada, complicada, esnobismo. La realidad es compleja sin duda. No podríamos describir fácilmente un árbol, una flor, una estrella, una piedra… Eso no impide que sean simplemente lo que son. La rosa no tiene por qué, florece porque florece, no se cuida, no desea ser vista…
Las Memorias cuentan que en 1877, en Ancona, «Don Bosco fue a celebrar hacia las diez en la iglesia del Gesù, oficiada por los Misioneros de la Preciosa Sangre. Le sirvió la Misa un joven, que no olvidó aquel encuentro durante el resto de su vida. Vio entrar en la sacristía a un “curita” bajito, modesto de rostro y actitud, totalmente desconocido. Pero “en ese rostro de tez morena” vio algo de una bondad atractiva, que inmediatamente despertó en él una mezcla de curiosidad y reverencia. Mientras celebraba, notó que había algo especial en él, algo que invitaba al recogimiento y al fervor. Al final de la misa, después de la acción de gracias, el sacerdote le puso la mano en la cabeza, le dio diez céntimos, quiso saber quién era y a qué se dedicaba, y le dirigió unas buenas palabras. ¡Cuarenta y ocho años después, aquel joven, que se llamaba Eugenio Marconi y era alumno del Instituto del Buen Pastor, escribiría más tarde: “¡Oh, la dulzura de aquella voz! ¡la afabilidad, el cariño que contenían aquellas palabras! Me sentí confundido y conmovido”. Poco después descubrió que el “curita” era Don Bosco y fue un amigo devoto suyo durante toda su vida.
Lo contrario de sencillo no es complicado, sino falso. La sencillez es desnudez, expoliación, pobreza. Sin otra riqueza que todo. Sin otro tesoro que la nada. La sencillez es libertad, ligereza, transparencia. Sencillo como el aire, libre como el aire. Como una ventana abierta al gran soplo del mundo, a la presencia infinita y silenciosa de todo.
Donde sopla el Espíritu del Evangelio: «Mirad los pájaros que viven en libertad: no siembran, no siegan, no ponen su cosecha en graneros… y, sin embargo, ¡vuestro Padre que está en los cielos los alimenta! Pues bien, ¿no sois vosotros mucho más importantes que ellos?» (Mt 6, 26).
Las Memorias Biográficas afirman tranquilamente: «Era evidente que se arrojaba en los brazos de la divina Providencia, como un niño en los de su madre» (MB III, 36).
Todo es sencillo para Dios. Todo es divino para los sencillos. Incluso el trabajo. Incluso el esfuerzo. 

6) Ser resistente
La vida está llena de sorpresas. Las cosas no siempre salen bien y a veces nos enfrentamos a retos que ponen a prueba nuestra fuerza y determinación. En esos momentos, la resiliencia es una cualidad poderosa. Se trata de tener la fuerza mental y emocional para recuperarse ante la adversidad, para seguir adelante incluso cuando las cosas se ponen difíciles. Y es algo que la gente admira. Tener al lado a alguien que encarna el coraje puede ser una increíble fuente de inspiración. Creo que el mejor título para una vida de Don Bosco es Juancito Siempredepie.
Monseñor Cagliero recuerda: «No recuerdo haberle visto ni un solo momento, en los 35 años que estuve a su lado, desanimado, molesto o inquieto por las deudas que a menudo le agobiaban. Decía a menudo: La Providencia es grande, y como piensa en los pájaros del cielo, así pensará en mis jóvenes».
«Mirad, soy un pobre sacerdote, pero si me sobrara, aunque fuera un trozo de pan, lo compartiría con vosotros». Era la frase más repetida por Don Bosco.
Los verdaderos amigos son como las estrellas… no siempre los ves, pero sabes que siempre están ahí.

7) Sé humilde
Las personas humildes no necesitan constantes elogios o reconocimientos para sentirse bien consigo mismas y no sienten la necesidad de demostrar su valía a los demás. Además, tienen una mente abierta y siempre están dispuestas a aprender de los demás, independientemente de su estatus o posición.
Don Bosco nunca se avergonzó de pedir limosna. Humilde y fuerte, como le había pedido su maestro. Con todos mantenía la cabeza alta.

8) Derrochando ternura
Miguel Rua se encariñó con Don Bosco, aquel sacerdote junto al que uno se sentía alegre y como lleno de calor. Vivía en la Real Fábrica de Armas, Miguelito, donde había trabajado su padre. Cuatro de sus hermanos habían muerto muy jóvenes, y él era muy frágil. Por eso su madre no le dejaba ir muchas veces al oratorio. Pero aun así conoció a Don Bosco en las Escuelas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, donde cursó el tercer grado. Así lo contó:
«Cuando Don Bosco venía a decir misa y a predicar, en cuanto entraba en la capilla parecía como si una corriente eléctrica atravesara a todos aquellos numerosos niños. Saltábamos, nos levantábamos de nuestros asientos y nos apiñábamos a su alrededor. Tardaba mucho en llegar a la sacristía. Los buenos Hermanos no pudieron evitar aquel aparente desorden. Cuando venían otros sacerdotes, no ocurría nada parecido».
Don Bosco era tan atrayente como un imán. Hay un episodio cómico y tierno, relatado en las Memorias Biográficas de Don Bosco con la ligereza de las Florcitas
«Una tarde, paseando Don Bosco por una acera de la calle Doragrossa, hoy llamada calle Garibaldi, pasó por delante de la puerta acristalada de una magnífica tienda de telas cuyo cristal ocupaba todo el ancho de la puerta. Un buen joven del Oratorio, que allí servía de mensajero, al ver a Don Bosco, en el primer impulso de su corazón, sin reflexionar que la puerta acristalada estaba cerrada, corrió a ir a reverenciarle; pero se golpeó la cabeza con el cristal y lo hizo añicos. Al chocar el cristal, Don Bosco se detuvo y abrió la ventana; el muchacho mortificado se acercó a él; el dueño salió de la tienda, levantó la voz y gritó; los pasajeros se reunieron a su alrededor. “¿Qué has hecho?”, preguntó Don Bosco al joven; y éste, ingenuamente, respondió: “Te vi pasar y, por un gran deseo de reverenciarte, no hice más caso de que tenías que abrir la ventanilla y la rompí» (Memorias biográficas MB III, 169-170).
Era un sentimiento explosivo de amistad el que los muchachos sentían por Don Bosco. En la línea de San Francisco de Sales, el cantor de la amistad espiritual, Don Bosco sentía que la amistad basada en la benevolencia y la confianza mutuas parecía esencial para su sistema preventivo.
La amistad para Don Bosco era ese “toque extra” que transformaba un método educativo similar a otros en una obra maestra única y original.
Don Rua, Monseñor Cagliero y otros le llamaban papa….
Al fin y al cabo, lo más importante es la amabilidad. Es la forma en que tratas a los demás, la compasión que muestras y el amor que difundes lo que realmente define quién eres como persona. La amabilidad puede ser tan simple como una sonrisa, una palabra de ánimo o una mano tendida. La idea es hacer que los demás se sientan valorados y queridos. Los chicos de Don Bosco testificaban con una insistencia casi monótona: «Él me quería». Uno de ellos, San Luis Orione, escribiría: «Caminaría sobre brasas para verle una vez más, y darle las gracias».
El muchacho no podía entender cómo Don Bosco, a quien había encontrado por casualidad semanas antes en el patio, aún recordaba su nombre. Se armó de valor y le preguntó: “Don Bosco, ¿cómo se ha acordado de mi nombre?”.
¡Nunca olvido a mis hijos!”, respondió.

A un muchacho que salía del Oratorio por su propia voluntad, Don Bosco, al encontrarlo, le preguntó:
“¿Qué tienes en la mano?”
“Cinco liras que me dio mi mamá para comprar un billete de tren”.
“Tu mamá te pagó el pasaje para el viaje del Oratorio a tu casa, y eso está bien. Ahora coge estas otras cinco liras. Son para el billete de vuelta. Cuando lo necesites, ven a verme”.
La atención es una forma de amabilidad, del mismo modo que la falta de atención es la mayor grosería que se puede hacer. A veces es violencia implícita, sobre todo cuando se trata de niños: la desatención se considera con razón maltrato cuando alcanza un umbral insoportable, pero en pequeñas dosis forma parte de las ignominias ordinarias que muchos niños se ven obligados a soportar. La falta de atención es hielo: y es difícil crecer en el hielo, donde el único consuelo es quizá una televisión llena de sueños violentos o consumistas. La atención es calidez y afecto, lo que permite que se desarrolle y florezca el mejor potencial.
«También necesito que la gente conozca la importancia de los Salesianos Cooperadores. Hasta ahora parece poca cosa; pero espero que por este medio una buena parte de la población italiana se haga salesiana y abra el camino a muchas cosas». La Obra de los Salesianos Cooperadores… se extenderá por todos los países, se extenderá por toda la cristiandad, llegará un tiempo en que el nombre de Cooperador significará verdadero cristiano… ya veo no sólo familias, sino ciudades y pueblos enteros haciéndose Salesianos Cooperadores.
Ya que las predicciones de Don Bosco se han hecho realidad, ¡prepárate para ver cosas buenas en este siglo!

9) Así predicaba Dios Don Bosco
Quienes escriben sobre él se equivocan flagrantemente cuando intentan convertirlo en un pedagogo o incluso en un brillante innovador social. Ciertamente Don Bosco se ocupó de obras de caridad como tantos otros, y también de justicia social. Su fuerza excepcional reside, sin embargo, en el hecho de que en todo lo que hizo se apoyó única y completamente en Dios.
«Es verdaderamente admirable, exclamó uno de los presentes, el modo de proceder. Don Bosco empieza y nunca se da por vencido».
 «Por eso, prosiguió Don Bosco, nunca damos marcha atrás, porque siempre vamos sobre seguro. Antes de emprender algo nos aseguramos de que es voluntad de Dios que las cosas se hagan. Comenzamos nuestras obras con la certeza de que es Dios quien las quiere. Teniendo esta certeza, seguimos adelante. Puede parecer que se encuentran mil dificultades en el camino; no importa; Dios lo quiere, y nosotros permanecemos intrépidos ante cualquier obstáculo. Confío ilimitadamente en la Divina Providencia; pero la Providencia también quiere ser ayudada por nuestros inmensos esfuerzos».
Sus esfuerzos tienen siempre el color del infinito.
Incluso Nietzsche afirma que la percepción de la vida interior de las personas es instintiva. Los jóvenes tienen, pues, una aptitud natural para observar lo que se esconde tras el exterior de una persona. Tienen antenas especiales para captar señales que no pueden observarse por medios ordinarios. Son capaces de percibir lo que está oculto para los demás.
Nuestra antena espiritual nos hace sensibles a la belleza moral de las personas, nos hace notar instintivamente la dimensión moral y espiritual de sus vidas.
En 1864 Don Bosco llega a Mornese con sus muchachos, en sus paseos otoñales. Ya es de noche. La gente acude a su encuentro precedida por el párroco Don Valle y el sacerdote Don Pestarino. La banda toca, muchos se arrodillan al paso de Don Bosco pidiéndole que les bendiga. Los jóvenes y el pueblo entran en la iglesia, se da la bendición con el Santísimo Sacramento, luego todos van a cenar.
Después, animados por los aplausos, los chicos de Don Bosco dan un breve concierto de marchas y música alegre. En primera fila está María Mazzarello, de 27 años. Al final, Don Bosco dice unas palabras: «Estamos todos cansados, y mis muchachos quieren dormir bien. Mañana, sin embargo, hablaremos más extensamente».
Don Bosco permanece cinco días en Mornese. Todas las noches María Mazzarello puede escuchar las “buenas noches” que da a sus jóvenes. Se sube a los bancos para acercarse a aquel hombre. Alguien se lo reprocha como un gesto impropio. Ella responde: «Don Bosco es un santo, lo siento».

Es mucho más que un sentimiento. ¿A cuántas mujeres les cambiará la vida? Sólo hace falta un movimiento, un simple movimiento de esos que hacen los niños cuando se lanzan hacia delante con todas sus fuerzas, sin miedo a caerse ni a morir, ajenos al peso del mundo.
Se trata de nuevo de un espejo: nadie volvió su rostro hacia las mujeres más que Jesucristo, como se vuelve la mirada hacia el follaje de los árboles, como uno se inclina sobre el agua de un río para sacar fuerzas y la voluntad de continuar su camino. Las mujeres en la Biblia son numerosas. Están al principio y al final. Dan a luz a Dios, le ven crecer, jugar y morir, y luego le resucitan con los gestos sencillos de un amor insensato.

Todavía hay quien se preocupa por las demostraciones de la existencia de Dios. La demostración más perfecta de Dios no es difícil.
El niño preguntó a su madre: «En tu opinión, ¿Dios existe?»
«Sí».
 «¿Cómo es eso?»
La mujer atrajo a su hijo hacia sí.
Le abrazó con fuerza y le dijo: «Dios es así».
«Lo he comprendido».
Don Pablo Albera: «Don Bosco educaba amando, atrayendo, conquistando y transformando. […] Nos envolvía a todos y casi por completo en una atmósfera de alegría y felicidad, de la que se desterraban el dolor, la tristeza, la melancolía… Todo en él ejercía una poderosa atracción sobre nosotros: su mirada penetrante, a veces más eficaz que un sermón; el simple movimiento de su cabeza; la sonrisa que florecía perpetuamente en sus labios, siempre nueva y variada, y, sin embargo, siempre tranquila; la flexión de su boca, como cuando se quiere hablar sin pronunciar las palabras; las mismas palabras cadenciosas de una manera y no de otra; el porte de su persona y su andar esbelto y fácil: todas estas cosas actuaban sobre nuestros corazones juveniles como un imán del que era imposible escapar; y aunque hubiéramos podido, no lo habríamos hecho ni por todo el oro del mundo, tan felices éramos con este singular ascendiente suyo sobre nosotros, que en él era lo más natural, sin estudio ni esfuerzo».

Siempre presente y vivo. Dios como compañía, aire que se respira. Dios como agua para los peces. Dios como el nido cálido de un corazón amante. Dios como el aroma de la vida. Dios es lo que conocen los niños, no los adultos.

Ahora vamos a cambiar el mundo (Willy Wonka)

P. Bruno FERRERO
Salesiano de Don Bosco, experto en catequesis, autor de varios libros. Fue director editorial de la editorial salesiana Elledici. Es redactor jefe del periódico italiano "Il Bollettino Salesiano", en versión impresa.