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Entre 1877 y 1880 se produce el giro misionero salesiano hacia la Patagonia. Tras la oferta del 12 de mayo de 1877 de la parroquia de Carhué, don Bosco sueña con la evangelización de las tierras australes, pero don Cagliero lo invita a la prudencia ante las dificultades culturales. Los intentos iniciales sufren retrasos, mientras que la “campaña del desierto” del general Roca (1879) redefine los equilibrios con los indígenas. El 15 de agosto de 1879 el arzobispo Aneiros encomienda a los salesianos la misión patagónica: «Finalmente ha llegado el momento en que puedo ofreceros la Misión de la Patagonia, hacia la cual vuestro corazón ha suspirado tanto». El 15 de enero de 1880 parte el primer grupo liderado por don Giuseppe Fagnano, inaugurando la epopeya salesiana en el sur argentino.


            Lo que hizo que Don Bosco y don Cagliero suspendieran, al menos temporalmente, cualquier proyecto misionero en Asia fue la noticia del 12 de mayo de 1877: el arzobispo de Buenos Aires había ofrecido a los salesianos la misión de Caruhé (al sudeste de la provincia de Buenos Aires), lugar de guarnición y frontera entre numerosas tribus de indígenas del vasto desierto de la Pampa y la provincia de Buenos Aires.
            Se abrían así por primera vez las puertas de la Patagonia a los Salesianos: Don Bosco estaba entusiasmado, pero Don Cagliero enfrió enseguida su entusiasmo: “Repito, sin embargo, que con respecto a la Patagonia no debemos correr con velocidad eléctrica, ni ir allí a vapor, porque los Salesianos no están todavía preparados para esta empresa […] se ha publicado demasiado y hemos podido hacer demasiado poco con respecto a los Indios. Es fácil de concebir, difícil de realizar, y es demasiado poco el tiempo que llevamos aquí, y debemos trabajar con celo y actividad para este fin, pero sin hacer alboroto, para no despertar la admiración de estas gentes de aquí, de querer aspirar, habiendo llegado ayer, a la conquista de un país que aún no conocemos y cuya lengua ni siquiera sabemos”.
            Ya sin la opción de Carmen de Patagones, con la parroquia confiada por el arzobispo a un sacerdote lazarista, a los salesianos les quedaban la parroquia más septentrional de Carhué y la más meridional de Santa Cruz, para la que don Cagliero consiguió un pasaje por mar en primavera, lo que habría retrasado seis meses su previsto regreso a Italia.
            La decisión de quién debía “entrar primero en la Patagonia” quedó así en manos de Don Bosco, que pretendía ofrecerle ese honor. Pero antes de que se diera cuenta, el don Cagliero decidió volver: “La Patagonia me espera, los de Dolores, Carhué, Chaco nos lo piden, ¡y yo los complaceré a todos corriendo!” (8 de julio de 1877). Regresó para asistir al I Capítulo General de la Sociedad Salesiana que se celebraría en Lanzo Torinese en septiembre. Entre otras cosas, siempre fue miembro del Capítulo Superior de la congregación, donde ocupó el importante cargo de Catequista General (era el número tres de la congregación, después de Don Bosco y Don Rua).
            El año 1877 se cerró con la tercera expedición de 26 misioneros dirigida por el don Santiago Costamagna y con la nueva petición de Don Bosco a la Santa Sede de una Prefectura en Carhué y un Vicariato en Santa Cruz. Pero, a decir verdad, en todo ese año la evangelización directa de los salesianos fuera de la ciudad se había limitado a la breve experiencia de don Cagliero y del clérigo Evasio Rabagliati en la colonia italiana de Villa Libertad en Entre Ríos (abril de 1877) en los límites de la diócesis de Paraná y a algunas excursiones al campamento salesiano pampeano en San Nicolás de los Arroyos.


El sueño se realiza (1880)
            En mayo de 1878 el primer intento de llegar a Carhué por parte de don Costamagna y del clérigo Rabagliati fracasó a causa de una tempestad marina. Pero mientras tanto Don Bosco ya había vuelto a la carga con el nuevo Prefecto de Propaganda Fide, el Cardenal Giovanni Simeoni, proponiendo un Vicariato o Prefectura con sede en Carmen, como el mismo don Fagnano había sugerido, que veía como un punto estratégico para llegar a los nativos.
            Al año siguiente (1879), justo cuando el proyecto de entrada de los salesianos en Paraguay tocaba a su fin, se les abrieron por fin las puertas de la Patagonia. En abril, en efecto, el general Julio A. Roca inició la famosa «campaña del desierto» con el objetivo de someter a los indios y obtener seguridad interna, haciéndolos retroceder más allá de los ríos Negro y Neuquén. Fue el «tiro de gracia» a su exterminio, tras las numerosas matanzas del año anterior.
            El vicario general de Buenos Aires, monseñor Espinosa, como capellán de un ejército de seis mil hombres, fue acompañado por el clérigo argentino Luigi Botta y don Costamagna. El futuro obispo se dio cuenta enseguida de la ambigüedad de su posición, escribió inmediatamente a Don Bosco, pero no vio otra manera de abrir el camino de la Patagonia a los misioneros salesianos. Y en efecto, en cuanto el gobierno pidió al arzobispo que estableciera algunas misiones a orillas del Río Negro y en la Patagonia, se pensó inmediatamente en los salesianos.
            Los salesianos, por su parte, tenían la intención de solicitar al gobierno la concesión por diez años de un territorio administrado por ellos para construir, con materiales pagados por el gobierno y con mano de obra de los indios, los edificios necesarios para una especie de reducción en ese territorio: los pobres evitarían la contaminación de los “corruptos y viciosos” colonos cristianos y los misioneros plantarían allí la cruz de Cristo y la bandera argentina. Pero el inspector salesiano P. Francisco Bodrato no se sentía para decidir por su cuenta, y el P. Lasagna lo desaconsejó en mayo aduciendo que el gobierno de Avellaneda estaba al final de su mandato y no le interesaba el problema religioso. Por tanto, era mejor preservar la independencia y la libertad de acción salesiana.
            El 15 de agosto de 1879 Monseñor Aneiros ofreció formalmente a Don Bosco la misión patagónica: “Ha llegado por fin el momento en que puedo ofrecerle la Misión de la Patagonia, hacia la que tanto ha anhelado su corazón, como cura de almas entre los patagones, que pueden servir de centro a la misión”.
            Don Bosco lo aceptó de inmediato y de buen grado, aunque todavía no era el ansiado consentimiento para la erección de circunscripciones eclesiásticas autónomas de la Archidiócesis de Buenos Aires, realidad a la que se oponía constantemente el Ordinario diocesano.

La partida
            El grupo de misioneros partió hacia la anhelada Patagonia el 15 de enero de 1880: estaba integrado por el padre José Fagnano, director de la Misión y párroco en Carmen de Patagones (el padre lazarista se había retirado), dos sacerdotes, uno de los cuales estaba a cargo de la parroquia de Viedma, en la otra orilla del Río Negro, un laico salesiano (coadjutor) y cuatro religiosas. En diciembre llegó el P. Domingo Milanesio para ayudar, y unos meses más tarde el P. José Beauvoir con otro novicio coadjutor. Comenzaba la epopeya misionera salesiana en la Patagonia.

P. Francesco MOTTO
Salesiano de Don Bosco, experto en San Juan Bosco, autor de varios libros. Doctor en Historia y Teología, Profesor invitado en la Universidad Pontificia Salesiana. Cofundador y director durante 20 años del Instituto Histórico Salesiano (ISS) y de la revista "Investigaciones Históricas Salesianas" (1992-2012), es uno de los fundadores de la Asociación de Estudiosos de la Historia Salesiana (ACSSA), de la que es actualmente Presidente (2015-2023). Fue consultor de la Congregación para las Causas de los Santos (2009-2014).