Fundado en una mirada que marca toda una vida
Luis Variara nació el 15 de enero de 1875 en Viarigi (Asti). Don Bosco había llegado a este pueblo en 1856 para predicar una misión. Y fue a Don Bosco a quien el padre, el 1 de octubre de 1887, confió a su hijo para que lo condujera a Valdocco. El Santo de los jóvenes moriría cuatro meses después, pero el conocimiento que Luis hizo de él bastó para marcarle de por vida. Él mismo recuerda así el suceso: “Era en la estación invernal y una tarde estábamos jugando en el gran patio del oratorio cuando de repente se oyó un grito de un lado a otro: “¡Don Bosco, Don Bosco!”. Instintivamente todos corrimos hacia el lugar donde apareció nuestro buen Padre, a quien sacaban a pasear en su carruaje. Le seguimos hasta el lugar donde debía subir al vehículo; inmediatamente se vio a Don Bosco rodeado por la muchedumbre de queridos chicos. Yo buscaba ansiosamente la manera de ponerme en un lugar donde pudiera verle a mis anchas, pues ansiaba conocerle. Me acerqué todo lo que pude, y mientras le ayudaban a subir al carruaje, me dirigió una dulce mirada, y sus ojos se posaron intensamente en mí. No sé lo que sentí en ese momento… ¡fue algo que no puedo expresar! Aquel día fue uno de los más felices para mí; estaba segura de que había conocido a un santo, y de que ese santo había leído en mi alma algo que sólo Dios y él podían saber.
Pidió hacerse salesiano: entró en el noviciado el 17 de agosto de 1891 y lo terminó el 2 de octubre de 1892 con los votos perpetuos en manos del beato Miguel Rua, que le susurró al oído: “¡Variara, no varíes!”. Estudió filosofía en Valsalice, donde conoció al Venerable P. Andrea Beltrami. Aquí, en 1894, pasó el P. Miguel Unia, el famoso misionero que acababa de empezar a trabajar entre los leprosos de Agua de Dios, en Colombia. “Cuál no fue mi asombro y alegría”, cuenta don Variara, “cuando, entre los 188 compañeros que tenían la misma aspiración, fijando en mí su mirada, dijo: “Este es mío’”.
Llegó a Agua de Dios el 6 de agosto de 1894. El lazareto tenía una población de 2.000 habitantes, 800 de los cuales eran leprosos. Se entrega totalmente a su misión. Dotado de cualidades musicales, organizó una banda que enseguida creó un ambiente festivo en la “Ciudad del Dolor”. Transformó la tristeza del lazareto en alegría salesiana, con música, teatro, deporte y el estilo de vida del oratorio salesiano.
El 24 de abril de 1898 fue ordenado sacerdote y pronto demostró ser un excelente director espiritual. Entre sus penitentes había miembros de la Asociación de las Hijas de María, un grupo de unas 200 muchachas, muchas de las cuales eran leprosas. Ante esta constatación nació en él la primera idea de jóvenes consagradas, aunque leprosas. La Congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María comenzó el 7 de mayo de 1905. Fue “fundado” en plena sumisión a la obediencia religiosa y, caso único en la historia de la Iglesia, fundó la primera comunidad religiosa formada por personas afectadas de lepra o hijos de leprosos. Escribió: “Nunca me he sentido tan feliz de ser salesiano como este año, y bendigo al Señor por haberme enviado a este lazareto, donde he aprendido a no dejarme robar el cielo”.
Habían pasado diez años desde que llegó a Agua de Dios: una década feliz y llena de logros, entre ellos la terminación del jardín de infante “Don Miguel Unia”. Pero ahora comenzaba para el generoso misionero un período de sufrimientos e incomprensiones. Este período duraría 18 años, hasta su muerte en Cúcuta, Colombia, el 1 de febrero de 1923, a los 48 años de edad y 24 de sacerdocio.
El P. Variara supo conjugar en sí mismo tanto la fidelidad al trabajo que el Señor le pedía, como la sumisión a las órdenes que su legítimo superior le imponía y que parecían apartarle de los caminos queridos por Dios. Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 14 de abril de 2002.
Fundado en la amistad espiritual
En Turín-Valsalice, el P. Variara conoció al Venerable Andrea Beltrami, sacerdote salesiano enfermo de tisis, que se había ofrecido como víctima a Dios por la conversión de todos los pecadores del mundo. Entre el P. Variara y el P. Beltrami nació una amistad espiritual, en la que se inspiró el P. Variara para fundar en Colombia la Congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, a las que propuso la “consagración de víctimas”.
El Venerable Andrea Beltrami es el precursor de la dimensión víctima-oblativa del carisma salesiano: “La misión que Dios me confía es orar y sufrir”, decía. “Ni curar ni morir, sino vivir para sufrir”, era su lema. Muy exacto en la observancia de la Regla, tenía una apertura filial hacia sus superiores y un ardiente amor a Don Bosco y a la Congregación. Su cama se convirtió en altar y cátedra, donde se inmolaba junto a Jesús y desde donde enseñaba a amar, a ofrecer y a sufrir. Su pequeña habitación se convirtió en todo su mundo, desde el que escribía y en el que celebraba su cruenta Misa: “Me ofrezco como víctima con Él, por la santificación de los sacerdotes, por los hombres del mundo entero”, repetía; pero su salesianidad le impulsaba también a relacionarse con el mundo exterior. Se ofrecía como víctima de amor por la conversión de los pecadores y por el consuelo de los que sufren. El P. Beltrami captó plenamente la dimensión sacrificial del carisma salesiano, querida por el fundador Don Bosco.
Las hijas del P. Variara así escribieron del P. Beltrami: “Somos pobres jóvenes golpeadas por la terrible enfermedad de la lepra, violentamente arrancadas y separadas de nuestros padres, privadas en un solo instante de nuestras más vivas esperanzas y de nuestros más ardientes deseos… Sentimos la mano acariciadora de Dios en los santos alientos y en las piadosas industrias del P. Luigi Variara ante nuestros agudos dolores del cuerpo y del alma. Persuadidos de que es voluntad del Sagrado Corazón de Jesús y encontrándolo fácil de cumplir, comenzamos a ofrecernos como víctimas de expiación, siguiendo el ejemplo del P. Andrea Beltrami, salesiano».
Fundado en los Corazones de Jesús y de María
Fundador … fundado, del Instituto de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. En su vida encontró grandes dificultades, como en 1901, cuando se construía la casa “Don Miguel Unia”, pero se encomendó a la Virgen, escribiendo: “Ahora más que nunca confío en el éxito de esta obra, María Auxiliadora me ayudará”, “sólo tengo dinero para pagar una semana, así que … María Auxiliadora pensará, porque la obra está en sus manos”. En los momentos dolorosos, el padre Variara renovó su devoción a la Virgen, encontrando así la serenidad y la confianza en Dios para proseguir su misión.
En los grandes obstáculos que encontró para fundar la Congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones, el Padre Variara actuó de la misma manera que en otras ocasiones. En el momento en que tuvo que abandonar Agua de Dios. De la misma manera actuó cuando le dijeron que había contraído la lepra. “Algunos días”, confieso, “me asalta la desesperación, con pensamientos que me apresuro a desterrar invocando a la Virgen”. Y a sus hijas espirituales, lejanas y alejadas de su guía paterna, escribió: “… Jesús será vuestra fuerza, y María Auxiliadora extenderá su manto sobre vosotras”. “No me hago ilusiones”, escribió en otra ocasión, “lo dejo todo en manos de la Virgen”. “Que Jesús y María, mil veces bendecidos, vivan siempre en nuestros corazones”.
Luis Variara fundador fundado

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