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En 1925, de cara al Año Santo, el Padre Carlo Crespi se hizo promotor de una exposición misionera internacional. Llamado por el Colegio Manfredini di Este, fue encargado de documentar las empresas misioneras en Ecuador, recogiendo materiales científicos, etnográficos y audiovisuales. Gracias a viajes y proyecciones, su obra conectó Roma y Turín, evidenciando el compromiso salesiano y reforzando los lazos entre instituciones eclesiásticas y civiles. Su coraje y su visión transformaron el desafío misionero en un éxito expositivo, dejando una huella imborrable en la historia de la Propaganda Fide y de la acción misionera salesiana.


            Cuando Pío XI, de cara al Año Santo de 1925, quiso programar en Roma una documentada Exposición Misionera Internacional Vaticana, los Salesianos hicieron suya la iniciativa con una Muestra Misionera, que se celebraría en Turín en 1926, también en función del 50° aniversario de las Misiones Salesianas. Con tal propósito, los Superiores pensaron enseguida en Don Carlo Crespi y lo llamaron del Colegio Manfredini di Este, donde había sido asignado para enseñar Ciencias naturales, Matemáticas y Música.
            En Turín, Don Carlo se reunió con el Rector Mayor, Don Felipe Rinaldi, con el superior referente para las misiones, Don Pietro Ricaldone y, en particular, con Mons. Domenico Comin, vicario apostólico de Méndez y Gualaquiza (Ecuador), que debía apoyar su obra. En ese momento, viajes, exploraciones, investigaciones, estudios y todo lo que debía nacer de la obra de Carlo Crespi, tuvieron el aval y el visto bueno oficial de los Superiores. Aunque faltaban cuatro años para la proyectada Exposición, pidieron a Don Carlo que se ocupara directamente de ella, para que desarrollara por completo un trabajo científicamente serio y creíble.
Se trataba de:
            1. Crear un clima de interés a favor de los Salesianos que operan en la misión ecuatoriana de Méndez, valorando sus empresas a través de documentación escrita y oral, y proveyendo a una congrua recogida de fondos.
            2. Recoger material para la preparación de la Exposición Misionera Internacional de Roma y, transferirlo posteriormente a Turín, para conmemorar solemnemente los primeros cincuenta años de las misiones salesianas.
            3. Efectuar un estudio científico del susodicho territorio con el fin de canalizar los resultados, no solo en las muestras de Roma y Turín, sino sobre todo en un Museo permanente y en una obra “histórico-geo-etnográfica” precisa.
            Desde 1921 en adelante, los Superiores encargaron a Don Carlo conducir en diversas ciudades italianas actividades propagandísticas a favor de las misiones. Para sensibilizar a la opinión pública al respecto, Don Carlo organizó la proyección de documentales sobre la Patagonia, la Tierra del Fuego y los indios del Mato Grosso. A los filmes grabados por los misioneros, combinó comentarios musicales ejecutados personalmente al piano.
            La propaganda con conferencias fructificó cerca de 15 mil liras [revalorizados corresponden a € 14.684] gastadas luego para los viajes, el transporte y para los siguientes materiales: una máquina fotográfica, una cámara de cine, una máquina de escribir, algunas brújulas, teodolitos, niveles, pluviómetros, una caja de medicinas, herramientas de agricultura, tiendas de campaña.
            Diversos industriales del milanés ofrecieron algunos quintales de tejidos por el valor de 80 mil liras [€ 78.318], tejidos que fueron repartidos más tarde entre los indios.
            El 22 de marzo de 1923 el padre Crespi se embarca, pues, en el vapor “Venezuela”, rumbo a Guayaquil, el puerto fluvial y marítimo más importante de Ecuador, de hecho, la capital comercial y económica del País, apodada por su belleza: “La Perla del Pacífico”.
            En un escrito sucesivo evocará con gran conmoción su partida para las Misiones: “Recuerdo mi partida de Génova el 22 de marzo del año 1923 […]. Cuando, quitados los puentes que todavía nos mantenían unidos a la tierra natal, el barco comenzó a moverse, mi alma fue invadida por una alegría tan arrolladora, tan sobrehumana, tan inefable, que tal no la había probado nunca en ningún instante de mi vida, ni siquiera en el día de mi primera Comunión, ni siquiera en el día de mi primera Misa. En aquel instante comencé a comprender qué era el misionero y qué cosa le reservaba Dios […]. Rogad fervientemente, para que Dios nos conserve la santa vocación y nos haga dignos de nuestra santa misión; para que ninguna perezca de las almas, que en sus eternos decretos Dios ha querido que se salvaran por medio nuestro, para que nos haga gallardos campeones de la fe, hasta la muerte, hasta el martirio” (Carlo Crespi, Nuevo batallón. El himno del reconocimiento, en Boletín Salesiano, L, nr.12, diciembre de 1926).
            Don Carlo cumplió el encargo recibido poniendo en práctica los conocimientos universitarios, en particular a través del muestreo de minerales, flora y fauna provenientes de Ecuador. Muy pronto, sin embargo, fue más allá de la misión que le fue confiada, entusiasmándose sobre temas de carácter etnográfico y arqueológico que, en seguida, ocuparán mucho tiempo de su intensa vida.
            Desde los primeros itinerarios, Carlo Crespi no se limita a admirar, sino que recoge, clasifica, apunta, fotografía, filma y documenta cualquier cosa que atraiga su atención de estudioso. Con entusiasmo, se adentra en el Oriente ecuatoriano para filmes, documentales y para recoger válidas colecciones botánicas, zoológicas, étnicas y arqueológicas.
            Este es aquel mundo magnético que ya le vibraba en el corazón aun antes de llegar allí, del cual así se refiere al interior de sus cuadernitos: “En estos días una voz nueva, insistente, me suena en el ánimo, una sacra nostalgia de los países de misión; alguna vez también por el deseo de conocer en particular cosas científicas. ¡Oh Señor! Estoy dispuesto a todo, a abandonar la familia, los parientes, los compañeros de estudios; el todo para salvar alguna alma, si este es tu deseo, tu voluntad” (Sin lugar, sin fecha. – Apuntes personales y reflexiones del Siervo de Dios sobre temas de naturaleza espiritual tomados de 4 cuadernitos)”.
            Un primer itinerario, durado tres meses, inició en Cuenca, tocó Gualaceo, Indanza y terminó en el río Santiago. Alcanzó luego el valle del río San Francisco, la laguna de Patococha, Tres Palmas, Culebrillas, Potrerillos (la localidad más alta, a 3.800 m s.n.m.), Río Ishpingo, la colina de Puerco Grande, Tinajillas, Zapote, Loma de Puerco Chico, Plan de Milagro y Pianoro. En cada uno de estos lugares recogió muestras para secar e integrar en las varias colecciones. Cuadernos de campo y numerosas fotografías documentan el todo con precisión.
            Carlo Crespi organizó un segundo viaje a través de los valles de Yanganza, Limón, Peña Blanca, Tzaranbiza, así como a lo largo del sendero de Indanza. Como es fácil suponer, los desplazamientos en la época eran dificultosos: existían solamente caminos de herradura, además de precipicios, condiciones climáticas inhóspitas, fieras peligrosas, ofidios letales y enfermedades tropicales.
            A esto se añadía el peligro de ataques por parte de los indómitos habitantes del Oriente que Don Carlo, sin embargo, logró acercar, poniendo las premisas del largometraje “Los invencibles Shuaras del Alto Amazonas”, que grabará en 1926 y será proyectado el 26 de febrero de 1927 en Guayaquil. Superando todas estas insidias, logró reunir seiscientas variedades de coleópteros, sesenta pájaros disecados del maravilloso plumaje, musgos, líquenes, helechos. Estudió cerca de doscientas especies locales y, utilizando la sub clasificación de los lugares visitados por los naturalistas sobre las Allioni, se topó con 21 variedades de helechos, pertenecientes a la zona tropical por debajo de los 800 m s.n.m.; 72 a aquella subtropical que va desde los 800 a los 1.500 m s.n.m.; 102 a aquella Subandina, entre los 1.500 y los 3.400 m s.n.m., y 19 a aquella Andina, superior a los 3.600 m s.n.m. (Interesantísimo es el comentario del prof. Roberto Bosco, prestigioso botánico y componente de la Sociedad Botánica Italiana que, catorce años después, en 1938, decidió estudiar y ordenar sistemáticamente “la vistosa colección de helechos” preparada en pocos meses por el “Prof. Carlo Crespi, herborizando en Ecuador).
            Las especies mayormente dignas de nota, estudiadas por Roberto Bosco, fueron bautizadas “Crespiane”.
            Para resumir: ya en octubre de 1923, Don Carlo, para preparar la Exposición Vaticana, había organizado las primeras excursiones misioneras por todo el Vicariato, hasta Méndez, Gualaquiza e Indanza, recogiendo materiales etnográficos y mucha documentación fotográfica. Los gastos fueron cubiertos con los tejidos y las financiaciones recogidas en Italia. Con el material recogido, que en seguida habría transferido a Italia, organizó una Exposición ferial, entre los meses de junio y julio de 1924, en la ciudad de Guayaquil. El trabajo suscitó juicios entusiastas, reconocimientos y ayudas. De esta Exposición referirá, diez años después, en una carta del 31 de diciembre de 1935 a los Superiores de Turín, para informarles sobre los fondos recogidos desde noviembre de 1922 a noviembre de 1935.
            El Padre Crespi pasó el primer semestre de 1925 en las selvas de la zona de Sucùa-Macas, estudiando la lengua Shuar y recogiendo ulterior material para la Exposición misionera de Turín. En agosto del mismo año comenzó una tratativa con el Gobierno para obtener una gran financiación, que se concluyó el 12 de septiembre con un contrato por 110.000 sucres (equivalentes a 500.000 liras de entonces y que hoy serían € 489.493,46), que permitiese ultimar la carretera Pan-Méndez). Además, obtuvo también el permiso de retirar de la aduana 200 quintales de hierro y material secuestrado a algunos comerciantes.
            En 1926 Don Carlo, regresado a Italia, llevó jaulas con animales vivos de la zona oriental de Ecuador (una difícil recogida de pájaros y animales raros) y cajas con material etnográfico, para la Exposición Misionera de Turín, que organizó personalmente celebrando también el discurso oficial de clausura el 10 de octubre.
            En el mismo año fue ocupado en organizar la Exposición y, luego, en celebrar diversas conferencias y participando en el Congreso Americano de Roma con dos conferencias científicas. Este su entusiasmo y esta su competencia e investigación científica respondían perfectamente a las directivas de los Superiores, y, por lo tanto, a través de la Exposición Misionera Internacional de 1925 en Roma y de 1926 en Turín, Ecuador pudo ser ampliamente conocido. Además, a nivel eclesial, contactó la Obra de Propaganda Fide, la Santa Infancia y la Asociación para el Clero Indígena. A nivel civil, entabló relaciones con el Ministerio de Asuntos Exteriores del Gobierno Italiano.
            De estos contactos y de las entrevistas con los Superiores de la Congregación Salesiana, se obtuvieron algunos resultados. En primer lugar, los Superiores le hicieron el regalo de concederle 4 sacerdotes, 4 seminaristas, 9 hermanos coadjutores, y 4 monjas para el Vicariato. Además, obtuvo una serie de ayudas económicas de los Organismos Vaticanos y la colaboración con material sanitario para los hospitales, por el valor de cerca de 100.000 liras (€ 97.898,69). Como regalo de los Superiores Mayores por la ayuda prestada para la Exposición Misionera, ellos se hicieron cargo de la construcción de la Iglesia de Macas, con dos cuotas de 50.000 liras (€ 48,949, 35), enviadas directamente a Mons. Domenico Comin.
            Agotado el encargo de coleccionista proveedor y animador de las grandes muestras internacionales, el padre Crespi en 1927 regresó a Ecuador, que se convirtió en su segunda patria. Se estableció en el Vicariato, bajo la jurisdicción del obispo, Mons. Comin, siempre dedicado, en espíritu de obediencia, a excursiones de propaganda, para asegurar subvenciones y fondos especiales, necesarios a las obras de las misiones, tales como la carretera Pan Méndez, el Hospital Guayaquil, la escuela Guayaquil en Macas, el Hospital Quito en Méndez, la Escuela agrícola de Cuenca, ciudad donde, ya desde 1927, comenzó a desarrollar su apostolado sacerdotal y salesiano.
            Por algunos años, luego continuó ocupándose de ciencias, pero siempre con el espíritu del apóstol.


Carlo Riganti
Presidente Asociación Carlo Crespi

Imagen: 24 de marzo de 1923 – Padre Carlo Crespi En partida para Ecuador en el Vapor Venezuela