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Una vida dedicada a los demás. Padre David FACCHINELLO, sdb

Nacido en la milenaria ciudad de Treviso el 21 de mayo de 1974, fue bautizado en la parroquia de Loria (Treviso), de donde provenía su familia. En la misma ciudad realizó la escuela primaria y secundaria, y continuó su formación estando dos años como interno en la escuela de artes gráficas del Instituto San Giorgio de Venecia, donde conoció a los salesianos. Tras iniciar una experiencia en la Comunidad Salesiana de Mogliano Veneto, continuó sus estudios de diseño gráfico en Noventa Padovana donde se graduó. Esta experiencia lo llevó a conocer y participar de las actividades del oratorio parroquial de Mogliano, las propuestas juveniles del verano, y los grupos formativos. Estos se convertirían en su modo de responder a la llamada divina. Entró en el noviciado en 1993. Su primer destino pastoral fue en la casa Mogliano Veneto Astori con el servicio de catequista en la escuela secundaria, que ofreció hasta el 2011. Luego recibió un nuevo destino en la casa de Este con las tareas de vicario en la comunidad y animador pastoral entre los alumnos del Centro de Formación Profesional. En su corazón nació el deseo de hacer una experiencia pastoral en tierras de misión, por lo que se puso a disposición de la Congregación Salesiana. Al conocer que su destino misionero era Perú, inmediatamente comenzó a estudiar el idioma español, y lo siguió profundizando en la realidad de la misión al mismo tiempo que se sumergía en la cultura local.

Desde su llegada a Perú en 2017, tras un periodo de adaptación, fue enviado a la región de Cusco. En la comunidad misionera de Monte Salvado sirvió como vicario de la Parroquia María Auxiliadora de Quebrada Honda, en el Valle de Yanatile, correspondiente a la selva alta, donde los salesianos acompañan las misiones andinas. Casi dos años después, fue nombrado párroco el 12 de abril de 2019.

Recién llegado se dedicó a conocer al pueblo y a ponerse a su servicio pastoral, colaborando en la comunidad local y siendo fiel a las instrucciones de la Arquidiócesis de Cusco. Al ser una parroquia misionera, decidió visitar periódicamente las setenta y tres comunidades, viajó a las aldeas más remotas, llegando a los hogares más humildes y apartados de aquella vasta región. Deseoso de acercarse aún más a las almas que servía, estudió la lengua quechua.

Ha puesto en marcha proyectos comunitarios de asistencia y promoción, como el comedor parroquial y un amplio programa de asistencia psicológica, y, como buen salesiano, impulsó numerosos oratorios festivos en distintos pueblos. Impulsó intensamente el desarrollo de la renovación catequística, en línea con la Iniciación a la Vida Cristiana, y en profunda sintonía con el Proyecto Educativo-Pastoral de la Provincia. Su compromiso con la Iglesia local fue tan grande que el arzobispo de Cuzco lo nombró decano de la región. Entre los testimonios de la gente destaca el especial cuidado que tuvo por los más pobres entre los pobres, a las que David acompañó y ayudó a promoverse en modo particular y muy discreto.

Los testimonios de quienes lo conocieron confirman que era una persona amable y atenta con los hermanos de la comunidad, un religioso ejemplar, y un apóstol trabajador y comprometido. Desde el primer momento, conquistó el corazón de todos con su amabilidad y su serena alegría; supo ganarse la estima y la confianza de la gente: compañeros, colaboradores, feligreses y jóvenes, gracias a su optimismo, su buen sentido común, su prudencia y disponibilidad.

Además de todo este trabajo apostólico, David era un hermano muy querido: le encantaba estar en la comunidad salesiana, los hermanos apreciaban su buen humor y su capacidad para crear vínculos estrechos.

Los jóvenes de Monte Salvado (la escuela para jóvenes de la selva que son asistidos por la comunidad misionera salesiana) le tenían un gran cariño, apreciaban el hecho de que disfrutara de pasar tiempo con ellos durante el recreo, y estaban impactados por su entusiasmo cuando enseñaba la catequesis: su vida era un verdadero sacramento de la presencia.

Su viaje terrenal terminó justamente después de compartir con la comunidad parroquial la fiesta de la Madre Auxiliadora, el 24 de mayo de 2022. Partió hacia el cielo en el viaje de regreso tras padecer un accidente automovilístico, alrededor de la medianoche. Después de su última celebración a la Virgen, le auguramos que Ella lo acompañe en el.

Dos rasgos fundamentales que Don Bosco vio en San Francisco de Sales son los que más encarnó: la caridad apostólica y la bondad amorosa -amorevolezza-. Fue casi un reflejo de lo que decía el padre Antonio Cojazzi, uno de sus compatriotas: «rostro alegre, corazón en la mano, ahí va el salesiano».

Esperamos que desde el Cielo nos obtenga muchas y santas vocaciones para acompañar a los jóvenes en su camino terrenal. Mientras tanto, recemos por él.

Concédele el descanso eterno, Señor, y que brille para él la luz que no tiene fin. Que descanse en paz.


Video commemorativo