🕙: 4 min.
image_pdfimage_print

            El Piamonte a principios del siglo XIX era todavía una zona periférica en comparación con el resto de Italia. La lengua hablada era el piamontés. El italiano sólo se utilizaba en casos especiales, como llevar un vestido en ocasiones especiales. Las clases altas utilizaban más bien el francés en la escritura y recurrían al dialecto en la conversación.
            En 1822, el rey Carlos Félix aprobó un reglamento para las escuelas con disposiciones especiales para la enseñanza de la lengua italiana. Sin embargo, estas disposiciones no fueron muy eficaces, sobre todo por el método con que se aplicaron.
            No es de extrañar, por tanto, que el uso correcto de la lengua italiana también le costara no pocos esfuerzos a Don Bosco. No en vano, en el manuscrito de sus Memorias es fácil encontrar palabras piamontesas italianizadas o palabras italianas utilizadas en sentido dialectal, como en los siguientes casos:
            “Noté que […] aparecía un sfrosadore» (ASC 132 / 58A7), donde sfrosadore (piamontés: sfrosador) significa defraudador, e igualmente: “Don Bosco con sus hijos podría en cualquier momento excitar una revolución” (ASC 132 / 58E4), donde figli (piamontés: fieuj) significa jóvenes. Y así sucesivamente.
            Si Don Bosco pudo entonces escribir con propiedad de lenguaje, combinada con sencillez y claridad, se debe, entre otras cosas, al paciente uso del vocabulario que le aconsejaba Silvio Pellico (MB III, 314-315).

Una corrección
            Un ejemplo significativo lo encontramos en la corrección de una frase del primer sueño que describe en sus Memorias: “Hazte sano, fuerte y robusto”.
            Don Bosco, revisando el manuscrito, trazó una línea sobre la palabra “sano” y escribió en su lugar: “humilde” (ASC 132 / 57A7).
            ¿Qué oyó realmente Don Bosco en su sueño y por qué cambió entonces esa palabra? Se ha hablado de un cambio de significado hecho con fines didácticos, como parece haber sido costumbre de Don Bosco a veces al narrar y escribir sus sueños. Pero, ¿no podría tratarse más bien de una simple aclaración del significado original?
            A los 9 años Juancito Bosco sólo hablaba y oía en piamontés. Acababa de empezar a estudiar “los elementos de la lectura y la escritura” en la escuela de Don Lacqua, en Capriglio. En casa y en el pueblo sólo se hablaba en dialecto. En la iglesia, Juancito oía al párroco o al capellán leer el Evangelio en latín y explicarlo en piamontés.
            Por tanto, es más que razonable suponer que en sueños Juancito oyera tanto al “Venerable Hombre” como a la “Mujer de majestuoso aspecto” expresarse en dialecto. Las palabras que oyó en el sueño deben entonces ser recordadas en dialecto. No: “humilde, fuerte, robusto”, sino: “san, fòrt e robusto” en el característico acento local.
            En tales circunstancias, estos adjetivos no podían tener un significado puramente literal, sino figurado. Ahora bien, “san”, en sentido figurado, significa: sin maldad, recto en su conducta moral, es decir, bueno (C. ZALLI, Dizionario Piemontese-Italiano, Carmagnola, Tip. di P. Barbié, 2 a ed, 1830, vol. II, p. 330, usado en el Dizionario Piemontese-Italiano, Carmagnola, Tip. di P. Barbié, 2 a ed, 1830, vol. II, p. 330). II, p. 330, utilizado por Don Bosco); “fòrt e robust” significa valiente (fuerte, intrépido, etc.) y que está dotado de resistencia en el sentido físico y moral (C. ZALLI, o. c., vol. I, 360; vol. II, 309).
            Don Bosco no olvidaría nunca más esos tres adjetivos “san, fòrt e robust” y cuando escribió sus Memorias, aunque a primera vista los tradujo literalmente, pensándolo después, le pareció más oportuno precisar mejor el significado de la primera palabra. Que san (= bueno) para un niño de 9 años significaba obediente, dócil, no caprichoso, no altivo, en una palabra: ¡’humilde’!
            Se trataría, pues, de una aclaración, no de un cambio de significado.

Confirmación de esta interpretación
            Don Bosco, al escribir sus Memorias, subrayó con franqueza los defectos de su infancia. Dos pasajes tomados de las mismas Memorias lo confirman.
            El primero se refiere al año de su primera Confesión y Comunión para la que Mamá Margarita había preparado a su Juan: Don Bosco escribió: “Consideré y traté de practicar los consejos de mi piadosa madre; y me parece que desde aquel día ha habido alguna mejoría en mi vida, especialmente en la obediencia y sumisión a los demás, a la que antes había sentido gran repugnancia, queriendo siempre hacer mis reflexiones infantiles a los que me mandaban o me daban buenos consejos” (ASC 132 / 60B5).
            La otra se encuentra un poco más adelante, donde Don Bosco habla de las dificultades que encontró con su hermanastro Antonio para entregarse al estudio. Es un detalle divertido para nosotros, pero que delata el temperamento de Antonio y el de Juancito. Así, se cuenta que Antonio le dijo un día, al verlo en la cocina, sentado a la mesa, todo concentrado en sus libros: “Quiero terminar con esta gramática. He llegado a la mayoría de edad y nunca he visto estos libros”. Y añadía Don Bosco: “Dominado en aquel momento por la aflicción y la cólera, respondí lo que no debía. “Hablas mal -le dije-. ¿No sabes que nuestro burro es más grande que tú y que nunca fue a la escuela? ¿Quieres llegar a ser como él?”. Ante estas palabras montó en cólera, y sólo con mis piernas, que me servían muy bien, pude escapar y librarme de una lluvia de golpes y bofetadas” (ASC 132 / 57B5).
            Estos detalles permiten comprender mejor la advertencia del sueño y, al mismo tiempo, pueden explicar la razón de la “aclaración” lingüística antes mencionada.

            Al interpretar, por tanto, los manuscritos de Don Bosco será útil no olvidar el problema de la lengua, porque Don Bosco hablaba y escribía correctamente en italiano, pero su lengua materna era aquella en la que pensaba.

            En Roma, el 8 de mayo de 1887, en una recepción en su honor, cuando le preguntaron qué lengua le gustaba más, dijo: “La lengua que más me gusta es la que me enseñó mi madre, porque me costó poco esfuerzo aprenderla y me resulta más fácil expresar mis ideas en ella, ¡y luego no la olvido tan fácilmente como otras lenguas!” (MB XVIII, 325).

P. Natale CERRATO
Salesiano de Don Bosco, misionero en China de 1948 a 1975, estudioso de Don Bosco y del Salesianismo, escribió obras y artículos, realizando una valiosa labor de difusión de la vida y obra del Santo de la Juventud. Entró en la eternidad en 2019.