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Uno de los sueños más famosos de Don Bosco fue el llamado “Sueño de los Diez Diamantes”, realizado en septiembre de 1881. Se trata de un sueño de advertencia que nunca perderá su valor, por lo que siempre será cierta la declaración que Don Bosco hizo a los superiores: “Los males amenazados se evitarán si predicamos sobre las virtudes y los vicios allí señalados”. El P. Lemoyne nos lo cuenta en sus Memorias Biográficas (XV, 182-184).

Casi como para levantar el ánimo de Don Bosco, para que el peso de tantas pequeñas y grandes contrariedades no lo aplastara, el cielo, por decirlo así, se le abajaba de vez en cuando en forma de ilustraciones sobrenaturales, que lo confirmaban en la alentadora certeza de la misión que le había sido confiada desde lo alto. En el mes de septiembre, tuvo uno de sus sueños más importantes, que, presagiando el destino de la Congregación en un futuro próximo, le reveló sus grandiosos aumentos, pero al mismo tiempo le reveló los peligros que amenazaban con destruirla si no actuaba a tiempo. Las cosas que vio y oyó le impresionaron tanto que no se contentó con expresarlas verbalmente, sino que también las puso por escrito. El original se ha perdido; sin embargo, han llegado hasta nosotros numerosas copias, todas ellas asombrosamente concordantes.

Spiritus Sancti gratia, illuminet sensus et corda nostra. Amén.

Para la formación de la Pía Sociedad Salesiana.
El 10 de septiembre del año en curso (1881), día en que la Iglesia consagra al glorioso Nombre de María, los Salesianos, reunidos en S. Benigno Canavese, celebraron sus Ejercicios Espirituales.
En la noche del 10 al 11, mientras dormía, mi mente se encontró en un gran salón espléndidamente adornado. Me parecía estar paseando con los Directores de nuestras Casas, cuando apareció entre nosotros un hombre de aspecto tan majestuoso que no pudimos soportar su vista. Dirigiéndonos una mirada sin hablar, se alejó unos pasos de nosotros. Iba vestido de la siguiente manera: un rico manto cubría su persona. La parte más cercana a su cuello era como una faja que se anudaba por delante, y una cinta colgaba sobre su pecho. En la cinta estaba escrito en letras brillantes: Pia Salesianorum Societas anno 1881 (Sociedad Salesiana en el año 1881), y en la franja de esta cinta estaban escritas estas palabras: Qualis esse debet (Como debe ser). Diez diamantes de extraordinario tamaño y esplendor eran los que impedían detener la mirada, salvo con gran dolor, sobre aquel Augusto Personaje. Tres de esos diamantes estaban en su pecho, y en uno estaba escrito Fides (Fe), en el otro Spes (Esperanza), y Charitas (Caridad) en el del corazón. El cuarto diamante estaba en el hombro derecho, y llevaba inscrito Labor (Trabajo); sobre el quinto, en el hombro izquierdo, estaba escrito Temperantia (Templanza). Los otros cinco diamantes adornaban la parte posterior del manto, y estaban dispuestos de la siguiente manera: uno más grande y folgórico se situaba en el centro, como el centro de un cuadrilátero, y llevaba la inscripción Obedientia (Obediencia). En el primero de la derecha se leía Votum Paupertatis (Voto de pobreza). En la segunda inferior Praemium (Premio). En el más a la izquierda estaba escrito Votum Castitatis (Voto de Castidad). El esplendor de éste desprendía una luz muy especial, y al mirarlo atraía y atraía la mirada como un imán atrae el hierro. En la segunda, abajo a la izquierda, estaba escrito Ieiunium (Ayuno). Las cuatro dirigían sus rayos luminosos hacia el diamante del centro.
Estos rayos brillantes se elevaban como llamas y llevaban escritas varias frases aquí y allá.

Sobre la Fe se elevaba la palabra: Sumite scutum Fidei, ut adversus insidias diaboli certare possitis (Toma el escudo de la fe, para combatir las asechanzas del demonio). Otro rayo tenía: Fides sine operibus mortua est. Non auditores, sed factores legis regnum Dei possidebunt (La fe sin obras está muerta. No el que oye, sino el que practica la ley poseerá el reino de Dios).

Sobre los rayos de la Esperanza: Sperate in Domino, non in hominibus. Semper vestra fixa sint corda, ubi vera sunt gaudia (Espera en el Señor, no en los hombres. Que vuestros corazones estén siempre fijos donde están las verdaderas alegrías).

Sobre los rayos de la Caridad: Alter alterius onera portate, si vultis adimplere legem meam. Diligite et diligemini. Sed diligite animas vestras et vestrorum. Devote divinum officium persolvatur; missa attente celebretur; Sanctum Sanctorum peramanter visitetur (Sobrellevad los unos las cargas de los otros, si queréis cumplir mi ley. Amad y seréis amados. Amad vuestras almas y las almas de los demás. Recitad devotamente el Oficio Divino, celebrad atentamente la Santa Misa, visitad con amor el Sancta Sanctorum).

Sobre la palabra Trabajo: Remedium concupiscentiae, arma potens contra omnes insidias diaboli (Remedio contra la concupiscencia, arma poderosa contra todas las tentaciones del demonio).

Sobre la templanza: Si lignum tollis, ignis extinguitur. Pactum constitue cum oculis tuis, cum gula, cum somno, ne huiusmodi inimici depraedentur animas vestras. Intemperantia et castitas non possunt simul cohabitare (Si quitas la leña, el fuego se apaga. Haced un pacto con vuestros ojos, con vuestra garganta y con vuestro sueño, para que tales enemigos no saqueen vuestras almas. La intemperancia y la castidad no pueden coexistir).

Sobre los rayos de la Obediencia: Totius aedificii fundamentum, et sanctitatis compendium (Es el fundamento y coronamiento del edificio de la santidad).

Sobre los rayos de la pobreza: Ipsorum est Regnum coelorum. Divitiae spinae. Paupertas non verbis, sed corde et opere conficitur. Ipsa coeli ianuam aperiet et introibit (El reino de los cielos es de los pobres. Las riquezas son espinas. La pobreza no se vive con palabras, sino con amor y obras. Nos abre las puertas del Cielo).

Sobre los rayos de la Castidad: Omnes virtutes veniunt pariter cum illa. Qui mundo sunt corde, Dei arcana vident, et Deum ipsum videbunt. (Todas las virtudes van de la mano con ella. Los puros de corazón ven los misterios de Dios y verán a Dios mismo).

Sobre los rayos del Premio: Si delectat magnitudo praemiorum, non deterreat multitudo laborum. Qui mecum patitur, mecum gaudebit. Momentaneum est quod patimur in terra, aeternum est quod delectabit in coelo amicos meos (Si te atrae la magnitud de los Premios, no te asustes por la cantidad de trabajos. El que sufre Conmigo, Conmigo gozará. Momentáneo es lo que sufrimos en la tierra, eterno es lo que hará gozar a Mis amigos del Cielo).

Sui raggi del Ayuno: Arma potentissima adversus insidias inimici. Omnium Virtutum Custos. Omne genus daemoniorum per ipsum eiicitur (Es el arma más poderosa contra las insidias del demonio. El guardián de todas las virtudes. Con el ayuno se expulsa a toda clase de demonios).

Una ancha cinta de color rosa servía de dobladillo en la parte inferior del manto, y sobre esta cinta estaba escrito: Argumentum praedicationis. Mane, meridie et vespere. Colligite fragmenta virtutum et magnum sanctitatis aedificium vobis constituetis. Vae vobis qui modica spernitis, paulatim decidetis. (Tema de predicación. Por la mañana, a mediodía y por la tarde.
Atesora las pequeñas acciones virtuosas y construirás un gran edificio de santidad.

Ay de ti, que desprecias las cosas pequeñas. Poco a poco os arruinaréis.

Hasta entonces los directores estaban de pie y arrodillados, pero todos estaban asombrados y ninguno hablaba. En ese momento Don Rua, como fuera de sí, dice: Hay que tomar notas para no olvidar. Busca un bolígrafo y no lo encuentra; rebusca en su cartera, rebusca y no tiene un lápiz. Me acordaré, dijo don Durando. Anotaré, añadió don Fagnano, y empezó a escribir con el tallo de una rosa. Todos miraban y entendían lo que escribía. Cuando don Fagnano dejó de escribir, don Costamagna siguió dictando así: La caridad todo lo comprende, todo lo soporta, todo lo vence; prediquémosla de palabra y de obra.


Como escribió Don Fagnano, la luz desapareció y todos nos encontramos en una densa oscuridad. Silencio, dijo el P. Ghivarello, arrodillémonos, recemos, y vendrá la luz. El P. Lasagna comenzó el Veni Creator, luego el De Profundis, Maria Auxilium Christianorum, a los que todos respondimos. Cuando se dijo: Ora pro nobis, reapareció una luz, rodeando un cartel que decía: Pia Salesianorum Societas qualis esse periclitatur anno salutis 1900. (La Pía Sociedad Salesiana qué peligro corre de convertirse en el año 1900). Un momento después la luz se hizo más clara para que pudiéramos vernos y conocernos.
En medio de aquello, apareció de nuevo el Personaje de antes, pero con un aspecto melancólico similar al de quien se echa a llorar. Su pelaje se había descolorido, apolillado y deshilachado. En el lugar donde estaban fijados los diamantes, había una profunda descomposición causada por la carcoma y otros pequeños insectos.
Respicite (mira) dijo, et intelligite (entiende). Vi que los diez diamantes se habían convertido en otras tantas carcomas que roían rabiosamente el manto.
Por tanto, el diamante de Fides estaba subtendido por: Somnus et accidia (Sueño y pereza).
In Spes: Risus et scurrilitas (Risas y lugares comunes sucios).
A Charitas: Negligentia in divinis perficiendis. Amant et quaerunt quae sua sunt, non quae Iesu Christi. (Negligencia en entregarse a las cosas de Dios. Aman y buscan lo que es de su agrado, no las cosas de Jesucristo).
In Temperantia: Gula, et quorum Deus venter est (Garganta: su dios es el vientre).
En Labor: Somnus, furtum, et otiositas (Sueño, robo y ociosidad).
En lugar de la Obedientia no había más que una amplia y profunda falta sin escritura.
In Castitas: Concupiscentia oculorum et superbia vitae (Concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida).
A la pobreza le sucedió: Lectus, habitus, potus et pecunia (Cama, ropa, bebida y dinero).
A Praemium: Pars nostra erunt quae sunt super terram (Nuestra herencia serán los bienes de la tierra).
En Ieiunium hubo una avería, pero nada escrito.
Al ver aquello, todos nos asustamos. Don Lasagna cayó inconsciente, Don Cagliero se puso pálido como una camisa, y reclinándose en una silla gritó: ¿Es posible que las cosas estén ya en este punto? Don Lazzero y Don Guidazio se quedaron como fuera de sí, y se cogieron de las manos para no caerse. Don Francesia, el conde Cays, don Barberis y don Leveratto rezaban arrodillados con las cuentas del rosario en las manos.
En ese momento se oye una voz sombría: ¡Quomodo mutatus est color optimus! (¡Cómo ha desaparecido ese espléndido color!)


Pero en la oscuridad ocurrió un fenómeno singular. En un instante nos vimos envueltos en una densa oscuridad, en medio de la cual apareció rápidamente una luz muy brillante, que tenía la forma de un cuerpo humano. No podíamos mantener la vista en él, pero pudimos ver que se trataba de un apuesto joven vestido con una túnica blanca labrada con hilos de oro y plata. Alrededor del vestido había un dobladillo de brillantes diamantes. Con un aspecto majestuoso, pero dulce y amable, avanzó hacia nosotros, y se dirigió a nosotros con estas palabras:
Servi et instrumenta Dei Omnipotentis, attendite et intelligite. Confortamini et estote robusti. Quod vidistis et audistis, est coelestis admonitio, quae nunc vobis et fratribus vestris facta est; animadvertite et intelligite sermonem. Iaculo, praevisa minus feriunt, et praeveniri possunt. Quot sunt verbo signata, tot sint argumenta praedicationis. Indesinenter praedicate opportune et importune. Sed quae praedicatis, constanter facite, adeo ut opera vestra sint velut lux, quae sicuti tuta traditio ad fratres et filios vestros pertranseat de generatione in generationem. Attendite et intelligite. Estate oculati in tironibus acceptandis, fortes in colendis, prudentes in admittendis. Omnes probate, sed tantum quod bonum est tenete. Leves et mobiles dimittite. Attendite et intelligite. Meditatio matutina et vespertina sit indesinenter de observantia constitutionum. Si id feceritis, numquam vobis deficiet Omnipotentis auxilium. Spectaculum facti eritis mundo et Angelis, et tunc gloria vestra erit gloria Dei. Qui videbunt saeculum hoc exiens et alterum incipiens, ipsi dicent de vobis: A Domino factum est istud et est mirabile in oculis nostris. Tunc omnes fratres vestri et filii vestri una voce cantabunt: Non nobis, Domine, non nobis; sed Nomini tuo da gloriam.

(Siervos e instrumentos de Dios Todopoderoso, escuchad y entended. Sed fuertes y animados. Lo que habéis visto y oído es una advertencia del Cielo, enviada ahora a vosotros y a vuestros hermanos; prestad atención y entended bien lo que se os dice. Los golpes previstos hacen menos daño y pueden evitarse. Que las palabras indicadas sean otros tantos temas de predicación. Predicad sin cesar, a tiempo y fuera de tiempo. Pero las cosas que prediques, hazlas siempre, para que tus obras sean como una luz, que en forma de tradición segura irradia sobre tus hermanos e hijos de generación en generación. Escucha bien y comprende. Sé prudente al aceptar a los novicios, fuerte al cultivarlos, prudente al admitirlos [a la profesión]. Pruébalos a todos, pero quédate sólo con los buenos. Despide a los ligeros de corazón e inconstantes. Escucha bien y comprende. Que la meditación matutina y vespertina sean de constante y regular observancia. Si haces esto, la ayuda del Todopoderoso nunca te fallará. Te convertirás en un espectáculo para el mundo y para los Ángeles, y entonces tu gloria será la gloria de Dios. Los que verán el fin de este siglo y el comienzo del siguiente dirán de ti: Por el Señor se ha hecho esto, y es admirable a nuestros ojos. Entonces todos tus hermanos e hijos cantarán: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da gloria).

Estas últimas palabras fueron cantadas, y a la voz del orador se unió una multitud de otras voces tan armoniosas, tan sonoras, que permanecimos inconscientes y para no caer inconscientes nos unimos a los demás en el canto. En el momento en que terminó el canto, la luz se oscureció. Entonces me desperté y me di cuenta de que estaba amaneciendo.

Pro memoria. Este sueño duró casi toda la noche, y por la mañana me encontré agotado de fuerzas. Sin embargo, por miedo a olvidarlo, me levanté apresuradamente y tomé algunas notas, que me sirvieron de recordatorio para recordar lo que aquí he expuesto el día de la Presentación de María Santísima en el Templo.
No me fue posible recordarlo todo. Entre muchas cosas, pude constatar con seguridad que el Señor nos muestra una gran misericordia.

Nuestra Sociedad está bendecida por el Cielo, pero Él quiere que hagamos nuestro trabajo. Los males amenazados serán prevenidos, si predicamos sobre las virtudes y sobre los vicios señalados en ella; si lo que predicamos, lo practicamos, lo transmitimos a nuestros hermanos con mi tradición práctica de lo que se ha hecho y se hará.
También pude ver que hay muchas espinas, muchos trabajos inminentes, a los que seguirán grandes consuelos. Hacia 1890 gran temor, hacia 1895 gran triunfo.

Maria Auxilium Christianorum ora pro nobis (María Auxiliadora, ruega por nosotros).


El P. Rua puso inmediatamente en práctica la admonición del Personaje, de que las cosas reveladas debían ser objeto de predicación; pues dio una serie de conferencias a los Hermanos del Oratorio, en las que comentó minuciosamente las dos partes del sueño. El tiempo al que Don Bosco se refería a la doble eventualidad de triunfos o derrotas, correspondía en la Congregación a lo que en la vida humana es el comienzo de la adolescencia, momento delicado y peligroso, del que depende la mayor parte del futuro. En el último decenio del siglo pasado, la multiplicación de casas y asociados y la extensión de la obra salesiana en tantas naciones diferentes pudieron dar lugar, sin duda, a algunas de esas desviaciones de la línea recta que, si no se detienen con prontitud, conducen cada vez más lejos del camino principal. Pero cuando Don Bosco falleció, la Providencia había encontrado en su sucesor la mente iluminada y la voluntad enérgica que se requerían para esa fase crítica. Don Rua, de quien bien podría decirse que era la viva personificación de todo lo bueno y bello representado en la primera parte del sueño, fue en efecto un escucha vigilante y un líder infatigable y con autoridad a la hora de disciplinar y guiar a las nuevas filas por el camino legítimo.
El alcance del sueño no tiene límite de tiempo. Don Bosco dio la alarma para un momento especial que seguiría a su muerte; pero el qualis esse debet (Como debe ser) y el qualis esse periclitatur (qué peligro corre) contienen una admonición que nunca perderá nada de su valor, de modo que siempre será cierta la declaración hecha por Don Bosco a sus Superiores: “Los males amenazados se evitarán si predicamos sobre las virtudes y los vicios allí señalados”.