🕙: 2 min.
image_pdfimage_print

Hace mucho tiempo había un hombre que tenía tres hijos a los que quería mucho. No había nacido rico, pero gracias a su sabiduría y a su duro trabajo había conseguido ahorrar mucho dinero y comprar una granja fértil.
Cuando se hizo viejo, empezó a pensar en cómo repartir entre sus hijos lo que poseía. Un día, cuando estaba muy viejo y enfermo, decidió hacer una prueba para ver cuál de sus hijos era el más inteligente.
Llamó entonces a sus tres hijos a su cabecera.
Le dio a cada uno cinco peniques y les pidió que compraran algo para llenar su habitación, que estaba vacía y desnuda.
Cada uno de los hijos cogió el dinero y salió a cumplir el deseo de su padre.
El hijo mayor pensó que era un trabajo fácil. Fue al mercado y compró un haz de paja, que fue lo primero que se le presentó. El segundo hijo, en cambio, reflexionó durante unos minutos. Tras recorrer todo el mercado y buscar en todas las tiendas, compró unas hermosas plumas.
El hijo menor consideró el problema durante mucho tiempo. “¿Qué es lo que cuesta sólo cinco peniques y puede llenar una habitación?”, se preguntó. Sólo después de muchas horas de pensar y repensar encontró algo que le convenía y se le iluminó la cara. Fue a una pequeña tienda escondida en una calle lateral y compró, con sus cinco peniques, una vela y una cerilla. De camino a casa estaba contento y se preguntaba qué habrían comprado sus hermanos.
Al día siguiente, los tres hijos se reunieron en la habitación de su padre. Cada uno trajo su regalo, el objeto que debía llenar la habitación. Primero el hijo mayor extendió su paja en el suelo, pero por desgracia sólo llenaba un pequeño rincón. El segundo hijo mostró sus plumas: eran muy bonitas, pero apenas llenaban dos rincones.
El padre estaba muy decepcionado con los esfuerzos de sus dos hijos mayores.
Entonces el hijo menor se paró en medio de la habitación: todos los demás le miraron con curiosidad, preguntándose: “¿Qué habrá comprado?”
El muchacho encendió la vela con la cerilla y la luz de esa única llama se extendió por toda la habitación y la llenó.
Todos sonrieron.
El anciano padre estaba encantado con el regalo de su hijo menor. Le dio todas sus tierras y su dinero, porque comprendió que el muchacho era lo bastante listo como para hacer buen uso de ellas y que cuidaría sabiamente de sus hermanos.

Con una sonrisa se puede iluminar hoy el mundo. Y no cuesta nada.

P. Bruno FERRERO
Salesiano de Don Bosco, experto en catequesis, autor de varios libros. Fue director editorial de la editorial salesiana Elledici. Es redactor jefe del periódico italiano "Il Bollettino Salesiano", en versión impresa.