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Un explorador viajaba por las inmensas selvas de la Amazonia en Sudamérica.

Buscaba posibles yacimientos de petróleo y tenía mucha prisa. Durante los dos primeros días, los nativos que había contratado como portadores se adaptaron al ritmo rápido y ansioso que el hombre blanco pretendía imponer a todas las cosas.

Pero en la mañana del tercer día permanecieron en silencio, inmóviles, con un aire totalmente ausente.

Estaba claro que no tenían ninguna intención de volver a ponerse en marcha.

Impaciente, el explorador, señalando su reloj, con amplios gestos intentó hacer comprender al jefe de los portadores que tenían que moverse, porque el tiempo apremiaba.

– Imposible, respondió el hombre, con calma. Estos hombres han caminado demasiado deprisa y ahora están esperando a que sus almas les alcancen.

Los hombres de nuestra época siempre van más deprisa. Y están inquietos, aturdidos e infelices. Porque sus almas se han quedado atrás y ya no pueden alcanzarles.

P. Bruno FERRERO
Salesiano de Don Bosco, experto en catequesis, autor de varios libros. Fue director editorial de la editorial salesiana Elledici. Es redactor jefe del periódico italiano "Il Bollettino Salesiano", en versión impresa.