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(continuación del artículo anterior)

3. Si no me conozco, ¿puedo ser libre para elegir?

Queridos jóvenes,
es para mí una gran alegría acoger y compartir sus inquietudes vocacionales. Están viviendo un período muy hermoso de la vida, sienten profundamente el deseo de vivir plenamente y, ante ustedes, están abiertos todos los caminos para alcanzarlo. Tengan el valor de buscar pacientemente y, sobre todo, de llegar a una decisión que llene sus anhelos de verdadera felicidad. No es una tarea fácil: implica asumir la propia fragilidad y descubrir la verdad fundamental de que la vida es un don maravilloso que nos ha sido dado, un don misterioso que nos supera.

Dios nos ha dado la vida y la fe. La vocación cristiana es precisamente la respuesta a la llamada a la vida y al amor con la que Dios nos ha creado. Estamos llamados a ser hijos de Dios y a vivir como tales, sintiendo y actuando en el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones. Estamos llamados a ser sus discípulos y a serlo con pasión. Al responder a ella, encontramos el camino hacia la verdadera felicidad.
Lo que buscamos, lo que queremos ser, tiene como base y fundamento lo que somos. Partiendo de la aceptación amorosa de lo que somos, el Señor nos llama a construir nuestra identidad. Difícilmente podemos vivir solos esta búsqueda y este esfuerzo. Tenemos la gran suerte de que Jesús mismo quiere acompañarnos. Tengan a Jesús siempre cerca, como compañero y amigo. Nadie como él puede ayudarlos a encontrar el camino hacia Dios y a ser feliz. Cerca de él, invocándolo con sencillez y con mucha confianza, podrán descubrir mejor el sentido de la existencia y de la vocación.
Buscar la propia vocación significa preocuparse de ver cómo responder al sueño que Dios tiene para ustedes. Por él fueron creados y soñados. ¿Cuál es el sueño de Dios para tu vida? ¿Y cómo puedes responder a este sueño? Que sea siempre la voluntad de Dios, la voluntad divina, la que guíe tu vida. Busquen, amen y esfuércense por hacer la voluntad de Dios. Él les ha dado la vida para que la den, para que la compartan, para que la entreguen, no para que la guardes para ti. ¿A quién quieren entregar su vida? Tiene un destino divino. Por amor fueron creados a imagen y semejanza de Dios y sólo Él colmará sus deseos de bondad, felicidad y amor.

La primera y más importante tarea que tienen en sus manos es descubrir y construir la propia vocación. No es algo establecido desde el principio, de antemano. Es fruto de la libertad, de una libertad construida lentamente, capaz de aventurarse en el camino de la entrega. Sólo con una gran libertad interior podrán llegar a una auténtica decisión vocacional. Libertad y amor, de hecho, son las dos grandes alas para afrontar el camino de la vida, para darla y entregarla.
Concluyo asegurándoles que siempre los recordaré y encomendaré al Señor, para que los acompañe, los guíe y dirija en sus vidas por el camino de la gracia y del amor. Por parte de ustedes, busquen siempre al buen Jesús, ténganlo como amigo del alma, invóquenlo, comparte con Él tus penas, tus angustias, tus preocupaciones, tus alegrías y tus tristezas. Y atrévanse a comprometerte seriamente con Él y con su causa. Él lo espera.


Oficina de Animación Vocacional

(continuación)